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El cantautor Antonio Hernando, con ilustración de Meri Moon, repasa la obra del tristemente fallecido Rafael Berrio y nos reseña su trabajo póstumo, el ep y libro 'Absolución'.
Empecemos diciéndolo claro y sin subterfugios: RAFAEL BERRIO es el mejor letrista que ha habido en castellano, o al menos démosle la garantía de situarle entre los cinco primeros. Por supuesto, es un título completamente subjetivo, pero sólo hay que examinar cualquiera de sus canciones al azar, y descubrir en esos versos el talento poético de Pessoa o Baroja, y la profundidad filosófica como para escribir un libro. Hay honestidad y pasión, y todo un complejo mundo encerrado en los tres minutos de una canción. Porque eso es el poder de la pluma y el papel, llevado además a su máxima expresión en forma musical. Los que pudimos disfrutarlo antes de su triste pérdida en pleno confinamiento ya lo sabíamos, así que valga de excusa este nuevo EP de tres canciones y su antología poética en el libro 'Absolución' (publicados hace escasas semanas), para reivindicar su figura única, con esta pequeña despedida que vale para confirmar un hecho ya de sobra conocido entre sus acólitos, entre los que me incluyo con máximo orgullo.
Empezaré poniendo en contexto para el lector la figura del donostiarra, porque este EP sería más bien el epílogo a su fascinante obra. Habría que remontarse al año 1994 para encontrarnos con su debut homónimo 'Amor a Traición' (sin contar su aventura en los ochenta junto a U.H.F.), la banda que lideraba a la voz y a la escritura (más algún verso que le prestó su hermano Iñaki), con un sonido de pop fresco en contraposición al reciente punk radical vasco, y al que siguió el maravilloso 'Una canción de mala muerte', tres años después de su debut, y que consolidó a Berrio como uno de los mejores compositores de la ciudad, tras haber trabajado con artistas como Diego Vasallo, Mikel Erentxun o La Oreja de Van Gogh. Su siguiente aventura sería 'Deriva', en 2001, con un disco homónimo con tintes de electrónica y rock, al que siguió 'Harresilanda' (2005) con himnos como 'No sólo de amor', que podría competir con grandes canciones autóctonas como 'Chica de ayer' entre muchas otras. Sería en este disco donde participaría el pianista Joserra Semperena (que había trabajado en las bandas de Quique González o Fito & Fitipaldis entre otros) el que llevó la batuta de su puesta de largo como Rafael Berrio, a partir de 2010, y donde se demostró que efectivamente, era uno de los mejores.
Hablamos de '1971', su debut como Rafael Berrio, con ese sonido clásico y elegante, un canto a la bohemia y al amor en todas sus vertientes, impregnadas de buen vino a las orillas de la rive gauche parisina. Tres años después llegaría 'Diarios', una "segunda parte" de '1971', de nuevo producido por Semperena, y donde Berrio despacharía varios de los mejores versos escritos en castellano, que podrían pertenecer sin problema a las antologías de nuestro Siglo de Oro. Berrio, que siempre admiró a Lou Reed y a la Velvet Underground (llegó incluso a tocar íntegro en directo 'Berlin', el álbum de 1973 del neoyorquino), cambió el nailon por la distorsión en 'Paradoja' (2015), quizás el favorito del que suscribe estas líneas, por la forma de llevar la literatura a un terreno tan roquero y visceral, por sonar tan potente y a la vez tan elegante, y por lo que fue encumbrado como disco del año aquel 2015 en varias revistas especializadas. El grupo de acólitos seguía creciendo, pero justo en ese momento Berrio empezó a tener problemas de salud. Aún así, nos regaló 'Niño Futuro' (2019), quizás su obra maestra, de nuevo en un corte más pop y cercano a sus tiempos en Amor a Traición o Deriva, pero cuyos versos se adhieren al alma hasta lo más profundo, haciéndonos tararear además diversos arreglos y melodías, porque ante todo, Rafael Berrio escribía canciones. Si tras escuchar 'Simulacro', 'Mis ayeres muertos', 'Las pequeñas cosas' o 'Dadme la vida que amo', vuestras vidas siguen su curso con la misma monotonía y percepción de las cosas, algo debería estar fallando seriamente. Conozco historias de amigos y compañeros de profesión que al ver álbumes físicos de Berrio en alguna tienda de discos (actualmente a excepción de 'Niño Futuro' todos están descatalogados), estos compraban todas las copias para regalarlos a amigos y conocidos que sabían que iban a apreciarlo. Era un pequeño tesoro que sabías que cambiaría el ánimo y percepción de la persona afortunada. Sin ir más lejos, yo mismo he llegado a comprar un 'Paradoja' en Andorra para mandárselo a un guitarrista amigo de Vigo, y al poco él lanzó un disco que llevaba tiempo queriendo sacar y cambió de mentalidad en varios aspectos.
Porque ese es el poder de las canciones. Hacerte pensar, sentir, llorar, querer gritar, lo que sea. Son curativas. Son subversivas. El rock and roll no fue censurado sólo por hacerte bailar. De ser así, lo estarían tantos de los estilos musicales mainstream de hoy en día. Berrio cantaba a los objetos inanimados, a los libros cogiendo polvo, a las casas derruidas, a los charcos de lluvia, a la barra y el abrigo, al humo y las cantinas, al neón y las estrellas. Incluso publicó un álbum de zarzuela llamado 'Adiós a la Bohemia' en 2017. Y en tiempos de autotune, inmediatez y canciones insípidas, escuchar una canción que te evocara tantos sentimientos de golpe, con calidad literaria y poética digna de ser estudiada, era un regalo en mayúsculas. Tuve la suerte de verlo en directo varias veces (solo, en trío o con banda) e incluso conversar, y tras las gafas de sol y su pelo despeinado, había un tipo encantador de mirada profunda que no dejaba de buscar la canción perfecta, y que sin saberlo, escribió varias veces.
Rafael Berrio falleció el pasado 31 de marzo, en el mes de marzo más atípico y lamentable de la historia. Nos lo arrebató un cáncer de pulmón antes de tiempo, a la edad de 56 años. Hubo muchos obituarios y palabras en su honor, muchas de celebridades que no pudieron cantar con él pero que lo admiraban profundamente. De todas maneras, Berrio quiso hacer las cosas bien y por sí mismo, y estando enfermo, dejó grabado el EP de tres temas publicado el pasado 30 de octubre, y sobre todo dejó preparado su extenso libro 'Absolución', con sus mejores poemas y letras de canciones, de lectura obligatoria para cualquier amante de la poesía en general y de la música en particular, y que debemos agradecer a su compañera Gema Amiama y al director Jonás Trueba (con el que Berrio ya trabajó en su película 'La Reconquista') por haberse ocupado de la edición, publicación y mucho más. 'Absolución' se presentó en los preciosos Cines Doré de la Filmoteca de Madrid el pasado 5 de noviembre ("un sitio que a él le hubiera encantado") y con entradas agotadas, los acólitos allí presentes escucharon anécdotas, leyeron sus poemas y cantaron sus canciones.
En cuanto al EP, Rafael Berrio nos regaló tres últimas canciones con toques de vals, música de cámara e incluso bossanova. 'Insulsa', 'Violetas' y una revisión de su 'Al Viento' (ya publicada con Amor a Traición) que nos desgarra de nuevo, entre el precioso piano de Paul San Martín y el acordeón con toques de chanson de Iñaki Dieguez. "Tan insulsa fue mi vida que jamás vestí un frac, imagínese", nos canta Berrio con su característico humor e ingenio.
Por tanto, nos queda reivindicar la figura de un auténtico escritor de canciones, del poeta errante que buscó el verso perfecto, y que definió en canciones con aromas a Jacques Brel, Leonard Cohen, Fernando Pessoa, Boris Vian, Pío Baroja o Lou Reed. Sirva su despedida en disco y libro para descubrirlo y redescubrirlo, para degustar de nuevo sus álbumes (cuyas lecturas serán infinitas), para saber cómo se hace una buena canción, y cómo todo lo demás, es efímero y vacuo. Ojalá y cuando todos se den cuenta, se reedite de nuevo su discografía en formato físico, se lean sus versos en los mejores recitales de poesía, se versionen sus canciones en los ansiados conciertos en vivo. Se habla de documentales y discos tributo, yo pido menos. Dadle la vida que amaba, ya que me consta que Berrio, como él predijo, tendrá el don de vivir dos veces.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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