VALLE  |  Madrid, 31/05/2021

Sin ser astrólogo ni creer en horóscopos, sé que son tiempos de Júpiter. Un bulto enorme y sin vida en mitad del Sistema del que algunos, por sus similitudes, creyeron, erróneamente, que fue una estrella. Porque, claro, este planeta, aunque con la superficie congelada, se compone también de helio e hidrógeno y, además, es más antiguo y su temperatura en el núcleo es superior a la de nuestro Sol. Pero, cuando uno por fin sabe que nunca fue una estrella y descubre que sus poderes y su energía no radiaron a nadie, cuando tu creencia sólo fue fantasía y asumes que tu luz nunca llegó, te conviertes en un viejo, sospechoso y gigantesco paquete en el espacio que solo sirve para ser esquivado.

Ahora, más que aborrecido el ’Resistiré’ y más que asumido que perdimos, la música tenderá a estar en concordancia con estos nuevos tiempos decadentes y congelados.

Sí, así es ’Júpiter’, el nuevo disco de WALDEN DOS. Un trabajo netamente electrónico y cuidado al más mínimo detalle que no brilla pero palpita porque, claramente y gracias a sus íntimos textos, se intuye un volcán en erupción más ardiente que el Sol en su núcleo que, sin embargo, no consigue atravesar la capa de hielo fabricada con melodías, arreglos, efectos y armonías cuyo fin exitoso es el de crear una atmósfera, nunca mejor dicho, desoladora.

Para este metódico propósito, Antonio Román y David Hernanz, los sobresalientes componentes de este proyecto, se refugian, acertadamente, en el falso minimalismo del Kraut o Kosmische Musik, la corriente experimental que surgió en Alemania Federal a finales de los 60 y que Walden Dos no parece tener problemas en desarrollar, incluso a veces, en su vertiente más cósmica. Aquella que cultivaron en los 70 Tangerine Dream y culminan con notoriedad la ya tercera generación de "Qluster" en la actualidad. Un estilo que, si bien nunca ha sido muy popular, sirvió, entre otras cosas y con permiso de mi Antonio Palomo (ex líder de los GlassPhone), para que Bowie fuera Bowie.

No obstante, estas no son las únicas características de los doce cortes que conforman este álbum. También hay trazos de post punk que acentúan las canciones y se hacen más evidentes en el tema ’Obsolescente’. Unos motoriks (introducciones melódicas que se repiten incesantes a lo largo de la pieza) que suelen ser muy graves para mantener ese poso de melancolía y que, mezclados luego con ornamentaciones muy agudas, consiguen, en algunas partes de composiciones como ’La Cueva’ o ’El vigilante perfecto’, una tristeza profunda a nivel de la ’Gymnopedie’ de Satie. Además, tonos vocales a lo OBK en ’Hojas doradas’ o ’Mi casa’ que intensifican el intimismo preponderante, el hit ’Cuanto más sé’ y unas letras muy impactantes durante todo el disco, hacen de ’Júpiter’ un trabajo ineludible.

Ahora bien, en cuanto a experimentación musical y como huída a otras dimensiones, yo diría que este álbum debería ser escuchado de principio a fin para encontrar unos detalles, arreglos o efectos que sorprenden. Lo que ocurre es que son sorpresas sospechadas, intuídas. No sé explicarlo bien. Es como cuando el gusano, arrastrándose, dice que va a volar y se ríen todos menos la mariposa. Es una complicidad misteriosa que deja el aire impregnado de una sensación parecida al "déja vu".

En definitiva y por muchos motivos, no puedo hacer otra cosa que invitaros a escuchar el nuevo trabajo de Walden Dos. Que pongáis en equilibrio vuestras percepciones con nuestra decadente época. Que exploréis en este vacío pletórico en el que, inexorablemente, todos y solos nos hemos sumergido. Que comprobéis, empíricamente y sin darle demasiada trascendencia, que el amor no existe. Porque, ahora, sin ser astrólogo ni creer en horóscopos, sé que son tiempos de ’Júpiter’.