VALLE  |  Madrid, 03/07/2021

Aunque parezca estar relacionado con dolor y sufrimiento, muchas de las cosas más importantes comienzan con un grito. El mismo inicio de la vida, nuestro nacimiento, suele empezar con el alarido del nacido. En este mismo punto, incluso el primigenio primer grito, aquel que pronunció la primera vocal y sorprendió al gruñido, fue el origen del lenguaje y, gracias a este, por extensión, de artes como la literatura, el teatro o la música.

Hablando de música... El sábado 22 de mayo en el madrileño Café La Palma, durante los primeros segundos del espectacular empiece del concierto de TURMALINA, el guitarrista Pablo Donato Pablos lanzó un grito que sonó a "ya estamos aquí". Un "lo hemos logrado" que, tras la sequía de música en directo por la pandemia, cobraba todo el significado y auguraba la gran descarga que se iba a producir. También fue significativo que esta primera canción se tratase de ’Victoria’, el místico tema con el que solían acabar sus recitales como aquel del 8 de marzo de 2020 en la sala Rockville de Madrid justo antes del confinamiento. Así, empezando como acabaron, grito incluido, daban a entender que seguimos adelante a pesar de la adversidad, que el presunto punto final se puede transformar en un punto y seguido. Tras este fulgurante comienzo, iban enganchando canciones como si de los Ramones se tratase y, así, tal vez por culpa del bajo de Fran Garrido que, en algunas partes, parece otra guitarra más, sonaron más potentes que nunca temas como la preciosidad de ’Las dudas’ y su ’Todo o nada’. Entonces, llegó en mi opinión el momento culmen cuando consiguieron que una energética emoción nos envolviera erizándonos la piel. Turmalina interpretaba dos de sus mejores temas creando una atmósfera tan única que, hasta el momento, jamás había sentido. La extradimensional y extraordinaria ’Leteo’ que, pese a ser el nombre del río que concedía el olvido de la vida pasada al alma que bebía de sus aguas para volver a reencarnarse, se trata de una canción, sobre todo, inolvidable y la conmovedora ’Ser mejor’, perteneciente al nuevo EP que presentaban y que está llamada a ser una de sus mejores canciones.

Ya con todo el público a sus pies, sonó la enigmática ’Glaciares’ en la que un timbal se caía y, sin embargo, el que menos problemas tuvo al respecto fue Adri Ramírez, el gigante que toca la batería en Turmalina. Un disfrutón descarado y apasionado que, por supuesto, nos hizo vibrar en todos y cada uno de los minutos que duró el concierto.

Los gaditanos no paraban de sorprendernos y, rindiendo homenaje al cantaor Chano Lobato, nos trajeron por bulerías-indies un rincón de su hermosa tierra al cantarnos ’La plaza de las canastas’. Continuaron con una cañera ’Catarsis’ y ’Santos’ en la que Pablo Donato se erigía como protagonista poniendo todo su corazón y con un excepcional solo de guitarra. Llegaba el turno de ’El golpe que nos quede’, tema que da nombre al nuevo álbum, y la carismática Ángeles Jiménez que, en mi opinión, es una de las mejores vocalistas del indie-rock nacional, nos explicó que se compuso por uno de los muy numerosos casos de violencia de género que nos acechan y nos perturban a todos. Palabras sentidas que creaban conciencia y que no señalaban, como a veces pasa, al resto de la mayoría de hombres inocentes que conforman nuestra sociedad.

Con una preciosa línea de bajo se estrenaba, brillantemente, ’Buridán’ y todos los asistentes nos volvimos a enamorar de Ángeles cuando sentía ’Vértigo’. No obstante, exceptuando el tándem mencionado de ’Leteo’ y ’Ser mejor’, el más destacado dúo de temas llegó, como debe ser, al final con las subidas progresivas y naturales de una gran ’Club social’ y con una potentísima ’El humo y el después’ que arrancó de nuestra boca los suspiros, de nuestros ojos el brillo, de nuestros pies el ritmo y de nuestro corazón los latidos.

Turmalina es de esas bandas que, por intensidad y profundidad en letras y música, deja un poso de sensaciones que, después, se traduce en pensamientos y reflexiones. Así, salí de allí con ganas de empezar de nuevo, de renacer. Cerré los ojos y pude sentir a mi alma gritar porque, aunque parezca estar relacionado con dolor y sufrimiento, muchas de las cosas más importantes comienzan con un grito.