VALLE  |  Madrid, 20/03/2020

Es tiempo de dejarse de tonterías. Tiempo de resistir, de luchar, de unirse en lo fundamental... Ya no importan tanto las diferencias, la ideología o los egos. Un ser microscópico ha venido a recordarnos lo pequeños que somos, lo vulnerables y, a nuestro pesar, lo autodestructivos. Ahora, cuando un simple virus es capaz de poner en jaque a la humanidad, solo puedo albergar esperanzas en que vengan tiempos de verdad, tiempos de luz que, ojalá, no sea la de nuestro crepúsculo.

El impactante tema 'El crepúsculo de los dioses' del gran cuarteto de hardcore punk TRONO DE SANGRE iniciaba un concierto extraordinario que se culminó, salvajemente, con la gigantesca actuación de HABITAR LA MAR que desbordaba todas las pasiones de un público que llenó la sala Wurtlizer el pasado sábado día 7 de marzo.

Un atractivo contraste entre su estética mundana y su potente música daba alas para que Trono de Sangre exhibiera las magníficas canciones de sus diferentes trabajos desde 'Deus ex Machina', pasando por 'La mitad de lo que somos, la mitad de lo que creemos' hasta 'El perro bajo la piel'. Con una enérgica batería, chirriantes guitarras, estratégicas secuencias de bajo que hacían de hilo conductor y una voz reivindicativa y adaptada al grito, descargaban una tormenta de fuego que abrasó a la concurrencia.

Canciones brutales como 'Los restos del naufragio', 'Cabezas borradoras', 'El resplandor' o 'Las huellas del pianista' se unieron a otras no editadas y no menos salvajes como 'Matar a Dios' o 'La Tempestad' y conformaron un histérico repertorio que acabó ferozmente con una de las más emblemáticas: 'Jugar con Cristales'.

Desde que tengo uso de razón, la música siempre ha despertado en mí todos los sentidos y no me refiero solo al rock y a sus múltiples variantes. Así ha sido y, por suerte o por desgracia, así seguirá siendo. Sin embargo, desde que conozco a Habitar la Mar y, sobre todo, tras este concierto, lo único que se me ocurrirá decir antes de verlos es: "aquí se acabaron las tonterías". Porque, como si de una explosión de hora y media se tratase, desde el primer segundo al golpe final, la tremenda intensidad que transmitieron nos golpeó tan fuerte que todavía sentimos la deflagración.

No es difícil hoy en día encontrar bateristas veloces y potentes pero, además de serlo, si cada uno de los miles de baquetazos tiene sentido en estilos como el noise, el punk o el hardcore, estamos hablando de Paco Reig. Víctor Díaz es una de las transformaciones más sorprendentes que se pueden ver en la actualidad al subir a un escenario. Una mezcla perfecta de chulería insolente con un desenvolvimiento gestual intachable, lo hace ser el centro de las miradas en numerosas ocasiones a pesar de encargarse de tocar impecablemente un instrumento tan injustamente desagradecido como el bajo. Frego, con una paranoica guitarra, tatúa el agitado e itinerante encefalograma de este monstruo. Juan Soler "Kantz" es el desequilibrante altavoz que alarma, agita y enloquece a las masas. Sin embargo, en mi opinión, el alma de Habitar la Mar es un endemoniado Kike Gutiérrez. Un guitarrista vocacional y experimentado que hace bueno aquel refrán que reza que "sabe más el diablo por viejo que por diablo".

Así, como si fuera fácil, Habitar la Mar nos hizo explotar interpretando, despiadadamente, los temas de sus tres impresionantes EPs. Nos enloqueció y nos regaló un concierto que será inolvidable por mucho que pase el tiempo incluso ahora que... es tiempo de dejarse de tonterías.