JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 01/04/2010

LOS SUAVES no son un grupo de rock cualquiera, como ocurre con Extremoduro y pocos más, son carisma puro más allá de sus peculiaridades musicales; y como los otros son Robe Iniesta y sus circunstancias, el rostro de los gallegos es, desde hace más de tres decenios, el de Yosi Domínguez, primero al frente de un grupo familiar formado por los tres hermanos Domínguez (el más pequeño, por cierto, hizo la mili en Granada) y luego de una banda ampliada y con muchos cambios en la que los dos guitarristas han ido reclamando su porciento de protagonismo. Los orensanos son uno de los pocos grupos de este país que han tocado con Los Ramones (hace mil años en La Coruña) aunque se les note poco, ya que con el tiempo han ido abandonando el "roll" y quedándose en rock tan sólo. Son los responsables de varios hitos ibéricos: primero haber grabado uno de los más calientes discos en directo hecho por un grupo de aquí, 'Suave es la noche', ampliado y corregido después en un triple también en concierto: '¿Hay alguien ahí?'; eso ahí, con un par.

Había ganas en Granada de Suaves, y un millar bastante largo de personas peregrinaron en plenas vacaciones a la Copera para reencontrarse con una banda que asegura que el tesón ha sido su mayor virtud. Pero había más motivos: algunas canciones que son ya historias del rock ibérico y, a poder ser, acercarse y tocar (literalmente, con todas las connotaciones casi religiosas que se quiera) al rapsoda solista de la banda.

Tras la actuación de los grupos invitados Eco (del guitarrista y baterista de la misma banda) y los malagueños Nación Zero, Yosi ejerció en plena forma física y mental (esperemos que dure) de poeta/predicador, con su voz rota (rotísima según iba caminando la noche), su exhibicionista barriguita y esos dos brazos abiertos de par en par entre crucificado (será por las fechas) y receptivo al mundo entero. Estampa enmarcada por ambos lados con los punteos de los habituales Alberto Cereijo y Fernando Calvo, si la memoria no me falla de otras noches, más comedido el primero, con más espacio el segundo, y ambos perfectos doblando.

Poeta de la decepción, creador de personajes inolvidables y de canciones que son himnos de la frustración, Yosi concentra en su verbo ronco y urgente los anhelos de la legión de espectadores que casi cantan más (y desde luego mejor) que él, y en los que se apoya continuamente consiguiendo unas cotas de comunicación inéditas en un concierto de rock. En las dos horas y casi y media de concierto sonaron buena parte de sus obligatorias: 'San Francisco Express', 'Palabras para Julia', 'Malas noticias', 'Si pudiera', Mi casa', 'Maldita sea mi suerte', 'Dolores', también sus homenajes a don Philip Parris Lynott y a su amigo el irascible Gary Moore (a éste con la versión españolizada de 'Thunder Rising')... y aunque se la demandaron verbalmente y por escrito durante todo el concierto, callaron 'Siempre Igual', la letanía fundacional de estos orensanos de paso lento y carrera larga y que despiertan una adhesión inquebrantable que va más allá de los fenómenos musicales, afectando incluso a las constantes vitales de su parroquia, reconocible de lejos por la cara de gato negro que exhiben orgullosos en pecho o espalda, y los más, hasta grabada en la piel para siempre.