JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 03/02/2011

Con conciertos como el de LOS SUAVES en la Industrial Copera, ciertamente esos treinta años que celebran no son nada, si acaso "las nieves del tiempo" blanquean pelo y barba hasta convertir a Yosi en un rey mago fuera de temporada. Pero nada más. Probablemente el concierto que la banda orensana dio el sábado (de 150 minutos de duración) fue, en lo que a ellos respecta, el mejor que nunca han hecho en Granada (y mira que han dado) por ganas, oficio, entrega, interés, buena forma... compensando un sonido excesivamente forzado y saturado en un grupo capaz de sonar con notable limpieza. Y es que Los Suaves desde que ese estrenaron por aquí, (radiofónicamente en la COPE de 1982, gracias a que el tercer hermano Domínguez, Javier, primer batería de la banda, hacía la mili en Granada) nos han hecho partícipes de sus momentos de gloria y también de sus descensos a los infiernos; que nadie como ellos para practicar el "currorockmerismo" con caída libre despertando segundos antes de la colisión.

A un precio en taquilla de banda internacional (25 euros), Los Suaves volvieron a (casi) llenar la Copera, sobre todo de gente que firmaría y rubricaría ante notario que Suaves eran todos; público de una entrega ejemplar y una devoción casi religiosa por un Yosi patriarcal, rozando las proporciones bíblicas cuando canta lo de "soy el cordero de dios, soy el cristo sin cruz". Perfectamente engrasados y con el programa de '29 años...' fresco (lo clavan en versión reducida más portatil) los gallegos no tiene más que empezar a soltar piezas: 'Preparados para el rock and roll', 'Cuando lo sueños se van', 'San Francisco Express'... para que se vaya estableciendo uno de los niveles de comunicación más intensos que se ven en un escenario de este país. 'Palabras para Julia' sirvió para recordar la excelencia de otras versiones, que como 'Vísperas de destrucción' no tuvieron esa oportunidad. 'Malas noticias', '¿Sabes?, ¡Phil Lynott murió!', 'Dulce castigo'... resultó una segunda tanda letal (una pausa de vez en cuando ayudaría a descomprimir los oídos) de un programa largo en el que se mantienen sorprendentemente lozanas canciones que ya existían cuando Javier Domínguez hacía guardia en las garitas granadinas y buena parte de los presentes no eran ni proyecto; el caso de 'Siempre igual', la única intervención acústica de la noche, es un paradigma de que la vida da vueltas hasta volver a la casilla de salida, o más bien la del pozo.

Expresivo y espontáneo hasta jugarse una rotura de cadera tiempo saltando a su edad sobre la gente, Yosi, se dejó tocar e incluso besar la mano, mientras que, a sus lados, Alberto Cereijo y Fernando Calvo, vertiginosos instrumentistas con una sincronía de siameses, daban el carácter hiperguitarrero (para algunos excesivo) a los dolientes recitados del vocalista, y sólo pierden el sitio, como los demás, cuando el cantante los descoloca desajustando el guión por libre: 'Mártires del rock and roll', 'El Afilador', 'Mi casa'... y ese "¡dónde vas triste de ti!" final con el que termina la historia de Dolores, la llamada Lola a partir de la media noche. Ni treinta años, ni ya puestos casi tres horas de concierto son nada.