JUANJO LÓPEZ  |  Barcelona, 04/02/2012

Del director alemán Tom Tykwer todos recordamos la entretenida y novedosa 'Lola rennt' ('Corre, Lola, corre') de finales de los noventa. Muchos pensábamos entonces que estábamos ante un director con un talento equiparable al de Tarantino. Visionarios de pacotilla.

Lo cierto es que la filmografía de Tykwer se ha ido llenando con el paso de los años de títulos bastante irregulares. Sus aciertos pueden contarse con la mitad de los dedos de una mano. Después de su pobre debut en Hollywood con 'The International', Tykwer vuelve a su país natal para contar la historia de tres vidas que cuelgan pendientes de las casualidades y la numerología.

Las formas de 'DREI (3)' abrazan al "gafapastismo" profundo y militante. Que se gusta a sí misma es algo que destila cada plano. Sin embargo el fondo de la cuestión está tratado con la sensibilidad justa y necesaria. El lado más oscuro, turbio, crudo y egoísta de las relaciones de pareja queda retratado durante el primer y sobre todo el perfecto segundo acto.

El filme realiza un ejercicio preciso acerca de las conexiones entre la mentira, el sexo y la confianza en el entorno social más próximo y común al ser humano. Lo que más se agradece de 'Drei (3)' es que sea tan retorcida y estridente como la vida misma. Los problemas aparecen cuando se dispone a trivializar sobre los asuntos más duros e importantes. Ahí flaquea bastante.

En ciertos aspectos el tono de la película deambula sobre la delgada línea que separa la estupidez de la ternura, pese a que ambas emociones vayan en tantísimas ocasiones de la mano. La admiración y el rechazo (des)varían a lo largo del metraje y al gusto del consumidor.

Cabe destacar sobre todo el buen giro que abre la puerta del tercer acto. Todos esperamos expectantes el triple encuentro de los protagonistas y cuando llega es brutal, enorme y escandaloso gracias al acierto del director (y guionista) de llevar la casuística hasta su extremo. Las casualidades de la vida son aún más jodidas cuando las ves funcionando en la gran pantalla, maldita sea.

Una vez alcanzado el clímax del triple encuentro la trama queda envuelta en una burbuja pomposa e insoportable. Iba camino del notable alto, pero su manía de cebarse en algunos recursos visuales y un tercer acto de lo más artificioso dejan a la película rozando la patraña y al espectador con el culo apretado.