ARTISTAS, GRUPOS...:
Ernesto Caballero | Anton Chéjov | Paco Azorín | Ion Aníbal | Juan Sebastián Domínguez | Luis Miguel Cobo | Carmen Machi | Isabel Dimas | Secun de la Rosa | Chema Adeva | Nelson Dante | Paco Déniz | Karina Garantivá | Miranda Gas | Carmen Gutiérrez
GÉNEROS, ESTILOS...:
SALAS, FESTIVALES...:
Teatro Valle-Inclán | Centro Dramático Nacional
SELLOS, DISTRIBUIDORAS, EDITORAS, PROMOTORAS...:
Centro Dramático Nacional | INAEM
Hasta el 31 de marzo, el Centro Dramático Nacional, en el Teatro Valle-Inclán, programa la interesante actualización que Ernesto Caballero realiza de 'El Jardín de los Cerezos' de Anton Chéjov.
El Centro Dramático Nacional (CDN) en su sede del Teatro Valle-Inclán de Lavapiés nos ofrece la obra de teatro ruso 'EL JARDÍN DE LOS CEREZOS'. Desde el pasado mes de febrero hasta el 31 de marzo podremos disfrutar de la versión del valiente Ernesto Caballero. Y es que se trata nada más y nada menos que de una actualización, sin perder la esencia de la obra del gran Anton Chéjov (escrita en 1904), del montaje del grandísimo Stanislavski. Eso, sin duda, es un gran reto para todo el profesional equipo que conforma esta estupenda comedia de casi dos horas que te hace ver que el siglo XIX no está tan lejano como nos parecía.
Me quedé fascinada por el mágico resultado que supone la combinación escenografía de Paco Azorín, iluminación de Ion Aníbal y la música de Luis Miguel Cobo con todo el equipo de ayudantes. El trabajo de vestuario de Juan Sebastián Domínguez, Ulises Mérida y Sastrería Cornejo hizo brillar más la actuación de unos actores estupendos. Gracias Carmen Machi por ser tan pasional como Lyubov, Secun de la Rosa por ese tierno Gayev y a Isabel Dimas por ese fiel Firs.
Adentrémonos en 'El Jardín de los Cerezos' que puede traer felicidad, melancolía o rencor, porque cada uno tenemos el nuestro. Para algunos los recuerdos hay que exterminarlos y poner tierra de por medio, para años después buscarlos con pasión. Mientras, otros buscan la felicidad inmaterial y otros todo lo contrario. Los hay que necesitan conservarlos a toda costa con una melancolía que les hace implicarse lo que haga falta. Sea cual sea nuestro caso, los recuerdos nos atrapan para que vivamos en el Jardín de los Cerezos del que irremediablemente formamos parte ya.
Intentemos movernos por el tablero de la vida que gira y gira tanto que nos cuesta mantener el equilibrio; porque está lleno de contradicciones. Y es que la vida, con sus idas y venidas, con sus recuerdos y sus anhelos, con esa certeza de pertenencia a una clase que era inamovible en los tiempos medievales y que el siglo XIX empezó a cambiar, de repente los papeles se invertían. Entonces... ¿cómo afrontar el reto? Así es esta obra, con personajes que luchan por ubicarse en la nueva sociedad o simplemente se dejan llevar conscientes de vivir al límite, pero sin poder dejar de comportarse como siempre lo han hecho. Y luego están los que han pertenecido a otra persona y, aunque libres, siguen sintiéndose dependientes y necesitan el permiso del amo para respirar. También tenemos a los que, filosofando, intentan sobrevivir sin renunciar a nada o renunciando a todo. ¿En qué personaje te reflejas?
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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