JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 02/11/2009

Venía de Sevilla, de dejar en la puerta de la sala donde tocó a tanta gente como había dentro, y la cola que había en la entrada del Boogaclub era la primera vez que el arriba firmante veía calle abajo. TONI ZENET se estrenó con un ''Booga'' lleno hasta la escalera tanto de personas como de receptividad: hubiese triunfado aunque hubiese hecho malabares si abrir siquiera la boca.

Tras veinte años en el escenario le ha tocado a este malagueño su rato (esperemos que largo) de fama. El cómo ha sido, lejos del mundanal ruido mediático y sin padrinos explícitos, es uno de esos secretos que ocasionalmente rompe la norma, anima el cotarro y hace creer en que existen los milagros en esto de la música. El boca a boca vuela y Zenet se va haciendo más grande a cada rato, sin que haya tenido que ver nada Javier Limón ni Fernando Trueba, (¡o Almodóvar!) expertos en detectar, crear y manejar fenómenos de este tipo, para adultos, que mezclan clasicismo con modernidad y gastan voces rajadas, dolientes y viscerales.

Jugando con su borsalino toda la noche con habilidad de mimo y con el único acompañamiento del guitarrista José Taboada, Zenet explota su presencia de corner de taberna portuaria, con un cancionero de madrugada que rebosa cierta ternura de arrabal con tanto de copla como de tango, y una puesta en escena con muchas horas de café-teatro detrás. En su primer disco, 'Los amores de China', Zenet y los suyos (ojo con ellos: Joshua Edelman, Owe Larson, Antonio Serrano, Manuel Machado... tipos todos de "coge pan y moja") tiran de bolero, swing, jazz, tumbaos, bossa... y consiguen con las historias de Javier Laguna unos clásicos tan instantáneos como si los hubiesen compuesto Quintero, León y Solano.

Antonio Zenet está viviendo su momento especial, anuncia repetidamente que también navega por la China en barcos con más remeros y no para de dar las gracias por lo que le está pasando, en sus propias palabras: que le están descubriendo como cisne tras mucho tiempo ejerciendo de pato feo... ¡y lo hace un público de todas las edades y que en un 90% es femenino, así que debe ser cierto! Entre canción y canción embelesa, cuenta y canta con inusual habilidad, con convincente salero y gracia sureña, y rentabilizando guiños de complicidad en decenas de damas, de las que ya tiene en cada puerto que visita, de Málaga a Shangay, y eso que no es "hermoso y rubio como la cerveza" ni lleva "el pecho tatuado con un corazón"... ¿O sí?