IÑIGO DE AMESCUA  |  Madrid, 18/05/2010

No suelo pasarme de flipado en los conciertos. Soy un tío duro al que convencer. No es algo bueno, desde luego, ni malo, es una realidad. Soy así. Pero MARK LANEGAN tiene pinta de que puede convencerte de cualquier cosa. Es un tío alto, con tatuajes en las manos, ojos pequeños y medio cerrados, con su camisa country negra y sus greñas al mejor estilo Neil Young. A mí me convenció, al menos durante la mayor parte de su actuación. Y que conste que admito que no es fácil ganarse una sala tan grande, tan llena, con una actuación acústica. Pero es que el tío es una especie de agujero negro con una carga magnética que te deja con la boca abierta. Y eso que apenas se mueve... Pero su voz, esa voz que se lució perfecta en toda su capacidad de gruñido a medio camino entre el blues del Mississippi y el proto punk de Detroit.

... y yo me lo veía venir desde que aplaudí a rabiar al amigo Duke Garwood que hizo de telonero excepcional. No se pierdan a este tipo.

La música de Lanegan tiene mucho de góspel, de resurrección, de salvación, de serenidad profunda tras haberle dado a todo, de revival, si puedo poner como ejemplo una canción de su banda, Soulsavers. Algo tremendamente americano, por otra parte. Una historia para un western, la historia de Cash.

El caso es que desde que abrió con 'When Your Number Isn't Up' ya sabías a lo que atenerte. A oscuras, con una leve iluminación azulada y roja de fondo, te esperaba la vieja celebración de un tipo que canta a veces como si te diera en el estómago. Estrellas negras en cada dedo de la mano golpeándote las costillas. Ahí están 'Like Little Willie John', 'Don't Forget Me', 'Bell Black Ocean' o 'Message to Mine'. Y menciones a proyectos paralelos como 'Traveler' (Screaming Trees), 'Can't Catch The Train' (Soulsavers), y 'Hanging Tree' (Queens of the Stone Age). Tuvo sus partes más "tiernas" por así decirlo... incluso cantó 'Julia Dream', una versión de una canción de Pink Floyd (tal y como me sopla mi amigo Marcos). Se fue, tuvo que volver a cantar alguna más y se volvió a ir. La gente quería más, de verdad, queríamos, pero el telón se bajó del todo. Era tan negro como la camisa western del gigante de los tatuajes y las greñas a lo Neil Young.