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Feria del Libro de Granada | Biblioteca de Andalucía
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El antiguo ebanista por tradición familiar participó en una de las actividades de la Feria del Libro de Granada conversando con Horacio Rebora.
La presencia de PACO IBÁÑEZ es siempre un motivo de alegría y de emoción. La voz ronca del valenciano ha acompañado intermitentemente a varias generaciones y nadie como él ha difundido la palabra escrita, dotándola de la fuerza de la música y de un apasionamiento inimitable, "ponerle alas" en sus mismos términos. El antiguo ebanista por tradición familiar participó en una de las actividades de la Feria del Libro de Granada conversando con Horacio Rebora y ocasionalmente cantando. El lleno completo en el salón de la Biblioteca de Andalucía, ampliado el aforo a otra sala con el acto proyectado, confirma que, contra pronostico (y contra el propio tío de Ibáñez "que siempre decía mal, mal") no corren malos tiempos del todo para la lírica.
Justo antes de comenzar la tertulia un grupo levantó una pancarta denunciando la presencia de una librería "fascista" entre los expositores de la feria, manifestación contestada por el Delegado de la Junta Pedro Benzal, comunicando que el hecho había sido llevado ya a la Fiscalía, que era quien tenía que decidir.
Camino de dominio público, pero no muy frecuentado ya que apenas media docena de voces en los últimos años han acudido ya en este siglo a la poesía ajena para cantarla (Serrat y Paco Damas ahora sobre Hernández, Bagüeste y Canicer -'Lijas'- o Loquillo y Gabriel Sopeña intermitentemente, por ejemplo), pero nadie con la autoridad de Paco. A la lista de elogios con firma enunciados por el contertulio, hay que añadir a Celaya, que reconoció que cuando escribía pensaba en cómo sonarían sus versos en la voz de Ibáñez (que además es un solvente guitarrista, aunque sus arpegios queden en segundo plano tras la fuerza de la palabra, por más de que su garganta no tenga el volumen, que sí la intención, de antaño). El poeta de Hernani también probaba su tocadiscos con los vinilos de Ibáñez, según cuenta anecdóticamente Fernando Lucini en su 'Crónica cantada los silencios rotos'.
Ibáñez es más que un mero trovador, es un símbolo, con ese grado de imprescindibilidad que otorgaba el doctor Guevara a los hombres que luchan toda una vida sin rendirse aunque se vayan lentamente apagando, y eso que corren mejores tiempos para los números que para las palabras "el dios todo poderoso es el dinero", aseguró, así que no hemos avanzado nada desde los tiempos de Quevedo.
Paco (perdón por la confianza de años, pero se le escuchaba como Dylan en las parroquias "progres" de los sesenta) realiza el milagro de los versos y los himnos, posee el secreto de lograr que una actividad tan íntima como es la lectura de unos versos se convierta en una experiencia colectiva, y incluso en un embravecido himno inflapechos... "hasta enterrarlos en el mar". Amplificador áspero y vibrante nada autoindulgente, portavoz ya con la membrana gastada de un sentido crítico de la existencia que casi está en desuso.
Preguntado por su relación con los poetas, aseguró tenerla en varios niveles: "una cuando los leo a la búsqueda de la canción, luego cuando los conozco" y en ese punto imitó la voz envarada de Neruda, apuntando también que a Goytisolo le consideraba "mi hermano mayor"; pero "con Lorca y Quevedo tengo otro tipo de relación... y con el Arcipreste me veo a menudo" dijo provocando la hilaridad.
Peleón, irreductible, sentido y tierno a la vez, tan sobrio como fuerte, Paco Ibáñez recordó una vez más dónde ha puesto los puntos sobre las íes: arremetió nada más llegar contra el imperialismo estadounidense y luego contra el colonialismo del rock and roll anglosajón, "música sin contenido" dijo, "que obliga a hablar a gritos", y al hilo de la explicación de sus habilidades idiomáticas (habla euskera, italiano, castellano, francés, hebreo... y casi catalán) lanzó una de sus máximas más aplaudidas: "antes muerto que hablando inglés".
Lo único que pide Paco Ibáñez cuando se le contrata es una moqueta roja donde cantar, en este acto no hubo moqueta, y por tanto una intimidad y confidencialidad casi de amigable conversación en el taller parisino donde "hacía castañuelas a mano". Descubriendo en ausencia de la laboral alfombra roja, entre bromas y risas cómo fue su primer contacto con Brassens, sus iniciales actuaciones alimenticias, sus recuerdos de Mayo del 68 "fue un fracaso"... dando la sensación de que, como en todas las largas existencias, gracias a una extensa relación de casualidades, coincidencias ("en un hotel de París vivíamos, Ismael en el 3º, yo en el 4º y Violeta Parra en el quinto"), encuentros o todo lo contrario, Paco Ibáñez ha podido ser el gran altavoz de la poesía que sigue siendo, y sinónimo de escalofrío y emoción en estado puro; como cuando se levantó y cantó 'Andaluces de Jaén'.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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