MIGUEL LOPOTT  |  Madrid, 21/10/2012

Daniel Veronese, un adicto a Chejov (como demuestra en sus trabajos con 'Tres hermanas' y 'Espía a una mujer que se mata', versión de 'Tío Vania') realiza en esta ocasión una versión, bastante fiel al original, de otra de las cuatro imprescindibles del ruso, 'La Gaviota', bajo el titulo de 'LOS HIJOS SE HAN DORMIDO' en el Teatro Español - Naves de Matadero de Madrid, del 10 de octubre al 9 de diciembre de 2012.

Para su representación en Madrid se acompaña de un elenco de actores más que conocidos y reconocidos por sus apariciones televisivas (Pablo Rivero, Miguel Rellán, Malena Alterio, Diego Martín, Malena Gutiérrez, Marina Salas, Alfonso Lara, Anibal Soto, Ginés García, Susi Sánchez) por lo que al espectador no le será desconocido el comportamiento escénico de cada uno de ellos.

La columna vertebral de la trama se sitúa en las relaciones sentimentales entre la gran diva del teatro, Irina, su hijo Tréplev, un incipiente dramaturgo perdido en un mar de continuas dudas, el elogiado crítico y escritor Trigorin y la tierna Nina, desdichada aspirante actriz, complicadas aún más con las interacciones afectivas del resto de personajes. Dentro de la casa de recreo rusa veremos el encuentro y  reencuentro, años después, de un conjunto de parejas fallidas, desplazadas, descolocadas, insatisfechas; de amores no correspondidos, de deseos frustrados. Parejas infelices que desean lo que no tienen, que buscan a un tercero que a su vez busca a un cuarto y donde la correlación entre el amor o desprecio que recibimos se traslada al amor o desprecio que entregamos. Pero no solo es una histeria sentimental lo que se muestra en escena, veremos en liza las relaciones de poder y los conflictos generacionales (algo más descafeinadas que en la obra original) tan contemporáneos en un momento de avance bolchevique en aquella rusa zarista en la que se escribió la obra.

Disfrutaremos, pues, en esta versión, de una cúmulo de circunloquios a ritmo acelerado y continuos subtextos sustentados por personajes intensamente desarrollados (impresionante trabajo de Susi Sánchez, sin duda la actuación más brillante) situados en escenas de fuerte dinamismo y ágiles diálogos. La escenografía se adapta a una obra con un solo espacio escénico, la casa, y por tanto se limita intencionadamente a amueblar la escena con los elementos necesarios para que la acción discurra. La iluminación es estática, acorde con el inmovilismo escenográfico, sin cambios de clima. El vestuario, acorde a la época, bien elegido y sin extravagancias fuera de lugar. El resultado interpretativo de los protagonistas se muestra irregular, destacando, como hemos indicado, una soberbia Susi Sánchez, junto con un magistral Ginés García, mientras que Pablo Rivero no consigue encontrar el registro de Tréplev y queda lejos de su impactante interpretación en 'La Caída de los Dioses', mientras que Marina Salas adolece de sobreactuación con alguna que otra carrera innecesaria.

Como curiosidad, señalar el hecho de que el estreno de 'La Gaviota', el 17 de octubre de 1896 en el Teatro Aleksandrinski de San Petersburgo, fue un desastre que abatió como dramaturgo a Chejov y que, posteriormente, con el aval del también dramaturgo Vladímir Nemiróvich-Dánchenko, fue ensalzada a obra maestra por Konstantín Stanislavski en el Teatro de Arte de Moscú en 1898. Gran acierto el de Daniel Veronese al presentarnos su versión.