JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 01/06/2018

Nacido en Íllora, tras dejarse escuchar en géneros como el Jazz, Blues, Swing, Rock o Funk actuando en multitud de escenarios, salas, locales, teatros y festivales, JUAN CERVERA abandonó el "ruido" para reconcentrase en la emotividad de su piano. Podría situarse entre los nombres que fundaron las "nuevas músicas" con icónicos como Mertens, Nyman o el más solitario Jarrett. "La música más bella después del silencio", como acuñó el mítico sello ECM. '#10' es su primer disco oficial, y lo tocará en La Expositiva hoy día 1 (21:30h).

- Ha dejado el mundanal ruido... ¿Cómo y por qué "vio la luz"?

- Fue una necesidad de volver a los orígenes de ese inocente niño que se enamoró del piano a los diez años de edad. Desde la adolescencia, he pasado más de media vida en formaciones musicales de prácticamente todos los estilos -rock, jazz, blues, metal, funk, fusión, etc.- y llegó un momento en que echaba de menos sentarme solo al piano, hacer algo más personal e intimista. Compuse un primer tema titulado 'Daylight' (luz del día) precisamente porque al crearlo tuve la sensación de contemplar los primeros rayos de sol de la primavera tras un invierno oscuro y lluvioso. A partir de ahí comenzaron a surgir ideas a borbotones.

- ¿Qué tiene el piano "solo" que tanto gusta a los pianistas?

- Es una relación muy especial, en ocasiones de amor-odio, incluso rayando lo patológico. No puede ser de otra forma con un instrumento tan increíble. El piano ofrece unas posibilidades en cuanto armonía, polifonía, versatilidad, complejidad, emotividad, etc., que no se logran alcanzar con ningún otro instrumento. Es toda una orquesta en sí mismo; no en vano, la mayoría de grandes compositores de los últimos doscientos cincuenta años han partido de él para crear sus obras. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

- En YouTube acaba usted y empieza automáticamente una "selección de música relajante de piano", ¿está conforme con el algoritmo?

- No demasiado, a decir verdad. Las etiquetas solamente sirven para ordenar, y eso en un ámbito dominado por emociones subjetivas, como es el de la música, me resulta algo simplista e insuficiente. Basta con escuchar algunas de mis composiciones para ver que, además del mencionado efecto relajante, también incluyen pasajes de arrebatadora pasión, visceralidad, melancolía, velocidad, desgarro, etc. Es cierto que incluso bajo estas piezas más oscuras casi siempre subyace cierto trasfondo relajante pero creo que, en esos casos, se debe más a la propia naturaleza del instrumento -su cálido timbre, su riqueza armónica- que a la composición en sí misma. Si tuviera que quedarme con una etiqueta, preferiría hacerlo con minimalista, elegante o emocional, más que con relajante.

- ¿Podríamos situarle como continuador de Ludovico, Mertens, etc.?

- Qué duda cabe que la obra de Wim Mertens o de Ludovico Einaudi ha tenido una evidente influencia en la mía, como también la de Philip Glass, Michael Nyman o Yann Tiersen, por nombrar algunos de los más reconocidos compositores contemporáneos entre los denominados minimalistas, pero igualmente en mis composiciones se pueden apreciar trazos de pianistas más clásicos como Chopin, Debussy o Satie, o de músicos a medio camino entre ambos géneros, como Keith Jarrett o Chilly Gonzales. Desde el enorme respeto y la admiración que tengo por todos ellos, intento aportar a mis partituras mi sello personal, que el oyente perciba que lo que escucha suena a Juan Cervera.

- Aunque también se acerca al planeta tierra: Triana, Mecano...

- En mis conciertos me centro casi exclusivamente en interpretar mi obra pero de vez en cuando me doy el gustazo, por mera diversión, de hacer un arreglo para piano solo de alguna canción célebre como 'En el lago' de Triana o 'Hijo de la luna' de Mecano. En el caso de Triana, como seguidor del rock sinfónico y del piano flamenco y jazz, el arreglo surge de manera natural, casi instintiva. El caso de Mecano es muy curioso puesto que, a pesar de no ser un grupo que sea especialmente santo de mi devoción -ruego me disculpen sus numerosísimos seguidores-, disfruté mucho haciendo esa adaptación. Yo utilizo a menudo una palabreja inventada, "pianizable", referida a aquella pieza musical, compuesta generalmente para banda, orquesta, grupo o formación con múltiples componentes, que es susceptible de ser trasladada a una interpretación de piano solo.

- James Rhodes actúa estos días por aquí, y como él leo que sus conciertos son también de pianista "hablautor", que comenta e introduce personal y emocionalmente sus piezas...

- Efectivamente. Me encanta Rhodes, como pianista y como personaje. Está derribando muchos muros absurdos dentro de la música clásica. He leído y releído sus libros varias veces aunque, a diferencia de él, que es un intérprete sublime, yo me centro más en el aspecto compositivo. Considero esencial la interacción con el público que asiste a un concierto. Sería impensable, salvo en el caso de Bob Dylan, que se ha ganado el derecho a hacer lo que le venga en gana, un concierto de rock en el que el artista se limitase a interpretar una canción tras otra sin establecer el menor vínculo con la audiencia. ¿Por qué un recital de piano tienen que ser distinto? Una pieza, convenientemente introducida por el intérprete, donde exponga el proceso creativo, las fuentes de inspiración o lo que intenta transmitir cuando la toca en directo, gana indudablemente en interés. Si además, ese intérprete es el propio compositor de la obra, el público podrá disfrutarla a un nivel mucho más profundo.

- Toca en La Expositiva... ¿En qué escenario del mundo le gustaría que le aplaudieran?

- Podría tirar de tópicos y nombrar el Royal Albert Hall, el Sidney Opera House o el Carnegie Hall. Obviamente que me encantaría poder actuar en esos increíbles auditorios; sin embargo, no hace falta viajar tan lejos para tocar en un sitio memorable. Sueño con ser profeta en mi tierra y poder ofrecer un concierto en La Alhambra de Granada, el rincón más bello del mundo, así que desde aquí aprovecho y dejo caer la idea a quien corresponda. Sinceramente, no creo que pueda existir un lugar en el que mi música se fusione mejor con el entorno que el monumento nazarí.