VALLE  |  Madrid, 19/11/2017

"Pues... Estoy algo nervioso". Exacta. Es la frase exacta que sabía que iba a escuchar de Cristian Haroche (cantante y guitarra de SHARON BATES) cuando, momentos antes del concierto, me presenté y le pregunté por cortesía ¿cómo estás? Sí, sabía que iba a escucharla pero a uno, por vanidad, le gusta comprobar lo que ya sabe. Y no son nervios motivados por inseguridad. Tampoco son los del novato. Para el que no los conozca 'Hawaii Quizás', el disco que presentaron el viernes en la sala Costello Club de Madrid, es el segundo LP de Sharon Bates y habían grabado dos EPs anteriormente. Además, ya han dado conciertos más importantes compartiendo escenario con Supersubmarina o John Newman y ganado concursos como el Demo Express 2010, el concurso nacional Sala Juglar de Lavapiés, el OndaRock de Valladolid y el Wolfest Gold Challenge en la Joy Eslava.

Son esos nervios de la ilusión. Los que indican que el mejor concierto siempre será el próximo. Los que desaparecen justo cuando pisas las tablas del escenario y te conviertes en otro animal. Los que otros cantantes, menos humildes, intentan camuflar con una supuesta arrogancia que luego les impide completar esa misteriosa y extraordinaria conversión. Los que tienes cuando no tienes ni puta idea de por qué los tienes. Los del enamorado que se declara sabiendo que la respuesta será sí pero es consciente de que va a entregar algo muy especial.

Algo muy especial que, perdonad mi falta de modestia en esta crónica, también sabía que iba a ocurrir antes del concierto en cuanto ví al grupo. Y es que me impactó verlos a todos uniformados con la camisa militar de la infantería norteamericana de la guerra de Corea. Esa camisa que todos le habéis visto a John Lennon y que se la puso por primera vez en el mítico concierto 'One to One' en el Madison Square Garden de Nueva York para protestar contra la guerra de Vietnam en 1972.

Estos grandes detalles son los que hacen que uno detecte enseguida que algo muy especial va a ocurrir. Son las velas encendidas en una mesa vestida de gala que nos avisan de que, durante una sabrosa cena, habrá una maravillosa declaración de amor por la que Cristian, aún sospechando que la respuesta es sí, se siente algo nervioso porque es consciente de que nos va a entregar algo muy especial.

Y no faltó ningún detalle en esta cita cuando Sharon Bates empezó a tocar porque primero nos llegó la carta de invitación. Sonaron los primeros acordes guitarreros acompañados con potencia y marcando como nadie el ritmo del batería Sergio Villar con la canción 'Vámonos lejos'. Una canción con estribillo muy pegadizo que, como antes he insinuado, está escrita a modo de carta.

Roto el hielo, continuaron con 'Soy un animal' donde ya se empiezan a vislumbrar sus gustos hacia grupos como Artic Monkeys o The Killers con base rockera y melodías ascendentes que, a veces, terminan en giros muy agudos. Después le llegó el turno a 'Capri' y aquí tengo que parar y explicar algo que creo que mucha gente no se da cuenta. La letra de este tema es una historia estructurada cronológicamente y, encima, adornada con humor. Esto es muy difícil de empastar en una buena melodía con un estilo musical determinado y Cristian Haroche lo hace natural y fácil. El oyente, mientras escucha una buena canción, está disfrutando de una historia cantada y esperando oír qué va a suceder en esa historia que, además, es divertida. Aquí, sin duda, Cristian me demuestra una enorme y envidiada capacidad como letrista.

El concierto siguió en auge con 'La Huida', la potente 'Golpes y Heridas' y la original 'Tu voz'. A estas alturas, me declaré fan de Rober Hernández. Un bajista sin complejos que, sin abandonar la base rítmica, nos deleitaba tocando por igual todas las cuerdas de su instrumento en todos los trastes posibles haciendo novedosas secuencias musicales que enriquecían el estilo de la banda.

Continuaron con su emblemática 'Tercera Guerra mundial' recogida ya en el primer trabajo de Sharon Bates y con una muy bien defendida 'Born Slippy', versión del grupo Underworld para la BSO de la peli 'Trainspotting'. En ese momento ya te das cuenta de que la mayor parte del peso de Sharon Bates la soportan con sus ritmos y punteos los guitarristas Javi Hernández y David Peñalba que también nos sedujo con el violín.

Y entonces, llegaron al cénit tocando su single 'Poniéndose altos', un tema que por letra y música merece estar en lo más alto y que fue cantado por todos los asistentes.

La declaración de amor parecía que no podía acabar mejor cuando escuchamos la frase "y ya no recuerdo nada de lo que había antes de ti" de su tema 'Fuego Cruzado'. Pero... Esta vez sí me equivoqué. Porque, sorprendentemente, acabó en una gran fiesta con la legendaria 'Hard day's night' de los Beatles. Chapó.

Mi respuesta a esa declaración de amor tras lo vivido y sentido ayer es: sí, ¡¡quiero a Sharon Bates!!