JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 02/05/2012

Parecía que había sido ayer, pero él mismo recordó que fue en 2010 cuando en el respetuoso escenario del Teatro CajaGranada estrenó sus historias 'De sombras y sueños'. Ahora volvía LAPIDO a llenar la sala con un concierto dentro de la gira acústica que está realizando por espacios escénicos similares.

Decía un sincero músico que lo de "acústico" no es más que un eufemismo que en realidad significa que "solo tengo que repartir con mi guitarra". No es éste el caso, porque, aunque caiga la del tigre, y la "moda" haya desnudado a algunos compañeros como Jaime Urrutia o Ariel Roth (ambos hace nada por aquí y con resultados diametralmente distintos), José Ignacio García Lapido no ha prescindido de nada, bueno sí, de los graves, sea el bombo o los de Paco Solana, ya que el resto del "equipo músico habitual" está allí: Víctor Sánchez, Popi González y el ubicuo Raúl Bernal.

No es la primera vez que Lapido acude a esta reducción de decibelios (y frecuencias), que uno recuerda el concierto sevillano que motivó un reportaje de carretera en el diario Ideal. Y aunque comience diciendo que no sabe por dónde hacerlo ('No sé por donde empezar') el formato de manga corta le sienta muy bien a sus canciones, como también propicia la capacidad de recepción del oyente, sentado y sin las distracciones (conversaciones, abrevadero, desbebidas, asuntos hormonales y demás relaciones sociales...) que son habituales en el paisaje vital de otras presentaciones. Por nuestro lado, aparte de afilar la concentración, esta vez sí que era imprescindible apagar el móvil. El muy buen tino sonoro de sus técnicos, las fantásticas capacidades acústicas del recinto y el acertado mimo con que se trabajan los efectos de luz en el Teatro Isidoro Máiquez hacen el resto: que no fuese un concierto más, sino que tuviese características propias, al pasar el rito de la experiencia colectiva a la individual.

Creo recordar también que fue en un concierto patrocinado por Ideal cuando Lapido "desenchufó" por primera vez sus canciones, así que de largo le viene el gusto por las guitarras a pelo, es más, desde entonces 'Espejismo nº8' y 'La canción del espantapájaros' suelen ir fijas. El tratamiento es gustoso y amable y permite centrarse con más placer cada frase, matiz o quiebro vocal, disfrutar con la filigrana de pequeño detalle de Sánchez, los leves aportes en acentos de González más con las uñas que con las baquetas, y del bello y cálido abrigo que le hace Bernal a las canciones. Anunciaron un repertorio especial, y bueno, algo hubo en versiones inéditas como la de 'Pájaros' (de su primer disco) o tan antiguas como 'La torre de la vela'... pero no es necesario rebuscar entre la "oldies", caras "b" o tomas falsas para justificar un concierto que se sostiene en la grandeza (ya casi "oficial") de un cancionero emocionalmente inmenso. La próxima vez en doble dosis: un día a 220 y el otro a pedales (que no pasen otros dos años). El perro ladra bajico, pero muerde lo mismo.