JUANMA CANTOS  |  Madrid, 25/02/2010

Intensa y emocionante por momentos, la nueva película de Peter Jackson llega a nuestras carteleras mañana viernes, con cierto retraso sobre la fecha prevista inicialmente. Basada en la novela homónima de Alice Sebold, 'THE LOVELY BONES (DESDE MI CIELO)' nos revela a la jovencísima Saoirse Ronan como una de las grandes promesas -ya toda una realidad- como actriz protagonista, bien rodeada por Rachel Weisz y Mark Wahlberg.

Peter Jackson ha trenzado una historia en la que la realidad y lo onírico se entremezclan de una manera poco usual en el celuloide. Aunque si bien muchos realizadores han tratado el mismo tema, que no es, en absoluto, nada original por otra parte, Jackson tiene el acierto de despojarlo de su faceta más morbosa o tétrica y convertirlo en una especie de cuento de hadas. No es cuestión de "destripar" la trama, aunque el director neozelandés ya lo hace al principio de su film, pues, en realidad, es fundamental para el buen desarrollo de la historia que el espectador sepa las circunstancias de la muerte de su protagonista y la filiación y la personalidad de su asesino. Como en una balanza llena de imágenes ensoñadoras -en ocasiones, demasiado ensoñadoras-, Jackson nos habla de la continua "lucha" entre el bien y el mal y nos hace ver que la venganza, en ocasiones, supone un bálsamo. Se puede estar de acuerdo o no, claro está.

Jackson nos lleva por un mundo en el que la realidad y lo sobrenatural se dan la mano e interaccionan, mostrando la realidad social de una muerte violenta y sus consecuencias en el entorno, llevándolas en el tiempo a los Estados Unidos de los años 70 y alejándolas de todo convencimiento fácil y previo, transmitiéndolas al espectador, ayudado por espectaculares efectos visuales, de una manera en la que la propia muerte se convierte, incluso, en algo esperanzador y en un calmante para el espíritu. Y lo decimos desde fuera de cualquier punto de vista religioso o ético. La muerte y sus consecuencias, en el film de Jackson, no son una tragedia en sí, pues abren la puerta a algo mucho mejor, aunque dejan miles de problemas en el entorno de quien las sufre en primera persona.

Una trepidante primera hora, en la que las imágenes y la acción dejan al espectador pegado a la butaca, dan paso a una segunda hora con algún que otro altibajo, demasiados en un director de la talla de Jackson, encaminando el final hacia imágenes oníricas que llegan a azucarar en demasía el conjunto. Sobra metraje en secuencias que, por su evidencia, alejan a la acción de lo verdaderamente interesante para recrearse en pasajes muy de película para adolescentes.

Pese a ello, estamos ante una de las mejores cintas de cuantas se han estrenado a lo largo de este año en nuestro país, y bien merece la pena pasar dos horas delante de la pantalla para reflexionar sobre los hechos que Jackson nos muestra.