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Jean-Pierre Améris | Isabelle Carré | Benoît Poelvoorde
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El punto de partida no es original pero sí magnético: dos personas tímidas que caminan con talento en el campo profesional...
La receta de la comedia romántica tradicional consta de dos ingredientes básicos que se mezclan: una pareja con física y química en una trama capaz de conjugar hábilmente dulzura y amargura. Luego el director considera cuál es la dosis necesaria de uno y otro para que guste al personal. La clave está en la sal de la originalidad: es tan fácil pasarse como quedarse corto.
Jean-Pierre Améris, el chef de 'TÍMIDOS ANÓMIMOS (LES ÉMOTIFS ANONYMES)', quiere ganarse nuestro paladar con amor y chocolate recalentados en el microondas. En principio parte con la ventaja de contar para el papel principal con Isabelle Carré, cuyo encanto y talento merece la pena degustar con la pausa justa.
"Lo importante es la amargura". Así define su personaje al chocolate. Parece que el director lo tiene claro. El problema se presenta cuando la amargura come todo el terreno a la dulzura y la aparta de nuestra vista. La cosa se complica aún más cuando la poca dulzura que resiste se vuelve empalagosa.
El punto de partida no es original pero sí magnético: dos personas extremadamente tímidas que caminan con talento en el campo profesional y que patinan de lo lindo en el sentimental. Lo malo está en el desarrollo del mismo: la timidez se estira de forma estúpida y hace intratables a unos personajes que, en lugar de vértices, tienen esquinas puntiagudas que destruyen cualquier atisbo de empatía hacia ellos.
Claro ejemplo del carácter histriónico que ahoga a la cinta lo encontramos personificado en Benoît Poelvoorde, actor que encarna de forma desmesurada y cansina a la media onza del personaje de Carré. El romance entre ambos empacha y la digestión se hace imposible durante su aburrido trascurso.
El estado de la película tiene pinta de terminal cuando recursos tan mínimos como el running gag o el equívoco no funcionan siquiera en el patetismo. Quienes crean que no hay nada peor que la "típica comedia española" (concepto confuso donde lo haya) es porque todavía no ha visto la "típica comedia francesa", que de existir anda en horas bajas y profundas. Menos mal que es corta.
El juego final de los ejércitos de apoyo no está mal traído, pero en el género rebasa lo repetitivo y se hace imperdonable. El ultimísimo giro sí es de agradecer, pero es incapaz de arreglar el desorden montado en la cocina. Lo cruel de este filme es que además de no emocionar da hambre. O lo que viene a ser lo mismo, que no mata pero engorda.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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