ANTONIO ROMÁN  |  Madrid, 18/03/2011

¿Tiene sentido el pop cuando es desesperadamente inocuo, cuando no provoca efervescencia alguna, cuando roza (o da de lleno) en la caricatura? Materia de debate. Yo creo, firmemente, que no. Vale, convengamos que es solamente pop, tan innecesario y tan intrascendente, a priori. Pero si además carece por completo de alma y de intención, termina siendo un sinsentido.

Tras una impostada máscara de pop de piruleta, SOKOLOV y su 'La Merienda Campestre' nos ofrecen refritos de canciones de misa mutantes, con una intención supuestamente cómica y provocadora. Como si unos monaguillos que van de malotes destrozasen 'La barca' o 'La paz esté con nosotros' como una gamberrada a espaldas del párroco de turno.

Desde el punto de vista estrictamente musical, la cosa tampoco se sostiene demasiado: aglomeraciones de acordes ejecutados con la técnica propia de un aprendiz, arreglos monótonos y ritmos cansinos. Repeticiones tediosas y voces pretendidamente ingenuas. Aburrimiento supino. Diapositivas de vida cotidiana engarzadas con escasa gracia y nulo talento. Letras predecibles de tan inverosímiles que pueden resultar. Paradójico, ¿no?

¿'Día Talvot'? Vale, lo que vosotros digáis. ¿'La Chacha', 'La Morcilla Negra'? Todo vale. Es lo bueno de saltarse cualquier barrera... ¿por qué no... mmm... por ejemplo... 'Kakakin Kokón'? ...ah, espera que TAMBIÉN han titulado un tema así... Pues nada, oye. Todo esto y mucho menos nos ofrece Sokolov en su último, ojalá literalmente, lp.

Tú verás: pueden ser cientos de horas de escucha que no te aportarán nada. Puede que tengas una sensibilidad diametralmente opuesta a la mía y se te antoje que 'La Merienda Campestre' está a la altura de 'The Dark Side of the Moon'. Sinceramente, lo dudo mucho.