MIGUEL ANTONIO HURTADO  |  Madrid, 26/02/2011

ANIMALARIO nos presenta, hasta el 20 de marzo en las Naves del Español del Matadero de Madrid, el que conforma su décimo tercer espectáculo, 'Penumbra', un montaje que nos ha dejado perplejos. Tras arrasar con 'Urtain', con la borrachera onírica creada por Animalario bajo la dirección de Andrés Lima en torno a las cuestiones "¿a qué tengo miedo?, ¿qué es lo que más duele?" la veterana compañía de teatro, con catorce años en escena, toca fondo. El texto creado por los dramaturgos Juan Cavestany y Juan Mayorga, más que introducirnos en un viaje introspectivo a los sueños con sus monstruos, temores, oscuridad, deseos, certezas, que son posibles controlar en la consciencia e imprevisibles en la mente del que duerme, se convierte en un soporífero batiburrillo de cuadros breves deslavazados, tediosos, sin interés alguno, incapaz de transmitir ni sensaciones ni emociones. Que la trama no es el objeto de la obra queda patente, pero su planteamiento caótico distrae hasta el hastío, despojando al público de las ganas de penetrar en el montaje.

En una muy buena escenografía a base de listones de maderas conformando una casa irreal, sin paredes, sin protección del exterior y a la vez abierta a él, navegando entre un mar de plásticos que llegarán a convertirse en tempestad, Willie Toledo, Nathalie Poza, Alberto San Juan, Luis Bermejo y una marioneta recrearán el deseo de bajar a la playa, algo tan fácil como alcanzable, pero que el miedo y el pasado familiar impiden. Una historia sobre padres e hijos, sobre el traslado de las pesadillas de generación en generación, sobre el deseo de aprender a vivir y la imposibilidad de enseñar a hacerlo, a través de los sueños de un joven matrimonio y su hijo en presencia de penumbra.

Una obra publicitada con exceso de elogios que se sustenta más en el nombre y trayectoria de Animalario que en el resultado final conseguido, que podríamos tildar de experimental.