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Pytheas Recordings | V2 | Last Tour International
Ritter nos dejó más de dos decenas de canciones, haciendo un excelso repaso a la tradición americana.
JOSH RITTER es un crack en toda regla. Prescindiendo de artificios y poses que "adornan" la estética de coetáneos que apuestan por el folk-rock como medio de expresión, Ritter apareció sobre el escenario de la sala El Sol en su concierto de la pasada semana como recién salido de una road movie. Chaleco, camisa vaquera y botas rasgadas y desgastadas que han recorrido miles de millas eran el atuendo del ahora bigotudo y siempre sonriente músico que se hacía acompañar únicamente por su Gibson acústica, prescindiendo incluso de amplificadores sobre el escenario, para firmar un concierto extenso y sobresaliente.
Momentos antes, su pareja sentimental, DAWN LANDES, avanzaba con su voz cadenciosa y dulce lo que quedaba por venir. Con la delicadeza de la que se ha empapado del pop y con la candidez de quien se presenta sobre el escenario en camisón, las canciones folkies de la neoyorquina de adopción convencieron. 'Twilight', de su 'Fireproof', o 'Caroline' y 'Straight Lines', de 'Dawn's Music', fueron de lo mejor que ofreció la inquieta y traviesa telonera de la noche.
Ritter nos dejó más de dos decenas de canciones, haciendo un excelso repaso a la tradición americana reflejada en su ya extensa discografía. Arrancó con un 'Good Man', crudo y desnudo, que dejaba bien a las claras lo que íbamos a escuchar. Mostrando cualidades vocales en 'Snow is Gone' el de Idaho se ganó con facilidad a un público que iba a contemplar la única actuación acústica de la gira del americano, una propuesta sin artificios que acrecienta lo poético de sus letras y lo emocional de su música. Precisamente fue su carácter de acústico lo que hizo que el concierto resultase especialmente emotivo y con ello inolvidable.
Bromeando constantemente, como cuando se rió de sus propias letras en 'Rumours' ("My orchestra is gigantic...") y miró a su alrededor en un escenario totalmente vacío, o desternillándose cuando recordaba sus estudios de Química Orgánica, recitando la tabla periódica en la canción que regaló a su madre, muerto de pánico por los exámenes (la extraña y divertida 'Stuck to you', inspirada en una revista que explica física con poemas), o cuando recordó amores pasados en 'Kathleen', Josh Ritter se ganó sobradamente a la concurrencia, y de qué manera. No podía ser de otro modo.
Tras temazos con absoluto y verídico espíritu folk y country como la delicada 'The Curse', acompañada por tenues luces, la pegadiza 'Wolves' o la tintineante 'The Remnant' y acudiendo anteriormente a palos del rock primigenio con la versión de Buddy Holly 'That's What They Say', seguida en la misma línea por 'Open Doors', Ritter se hizo acompañar en su tramo final por su esposa, para tocar, sin luces en el escenario, 'In The Dark', y dejar uno de los momentos más brillantes de la noche con '500 Miles' y su fantástico juego de voces entre la pareja.
Retomó el pulso levantando de nuevo al personal con 'Harrisburg' y la coreadísima 'Right Moves', antes de no hacerse esperar para los bises, en los que se atrevió a versionar con magia el 'The River' de Bruce Springsteen para, dejando el listón bien alto, despedirse a capella hasta una nueva visita.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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