MIGUEL ANTONIO HURTADO  |  Madrid, 27/07/2010

Como una Cenicienta, DIANA KRALL había programado que la magia se desvaneciera a media noche, y si para ello era necesario que cayera la penumbra, y que la luna llena estuviese en el cenit, y hacer esperar a sus incondicionales 39 minutos, no había razón alguna, debió pensar, para no hacerlo, sabía que a pesar de lo irrespetuoso del gesto, su voz y su piano hipnotizarían el completo aforo del Escenario Puerta del Ángel.

Con un más que elegante vestido negro y unos tacones de vértigo, Diana lució todo su virtuosismo, el que le proporciona su privilegiada voz y unas portentosas manos que consiguen que el piano de cola Steinway & Sons nos envuelva en las más placenteras de las notas.

Desafiando al mismo Eolo, señor de los vientos, que rondaba por la Casa de Campo, Diana y su banda nos brindaba lo mejor de su reciente trabajo 'Quiet nights'. Muy, muy pronto presentó a su banda, el guitarra Anthony Wilson, el bajo Robert Hurst y el baterista Karriem Riggins. Quería dejar claro que se rodea de grandes, tanto que en ocasiones cuesta distinguir quién acompaña a quién.

Los sonidos brasileiros de 'So nice', el ritual de felicitación a España por el mundial, que según relató vivió en Holanda donde tuvo que lidiar con la derrota (Melody Gardot seguro que lo tuvo más difícil en los Jardines de Sabatini lidiando con la victoria) y palabras de cobertura y cariño a su marido Elvis Costello al que le dedicó 'I've grown accustomed to your face'.

Feliz por poder estar en Madrid con sus hijos, nos dio paso a uno de los temas que más entusiasta y fácilmente le ayudó a aprender a acercarse al jazz, 'Frim fram sauce' de su influyente Nat King Cole Trio.

Los ritmos bossa nova en 'The boy from Ipanema', reaparecieron en la escena, esta vez coreados por un público que enseguida reconoció está versión en clave de jazz de 'Garota de Ipanema'.

Destacar en mayúsculas los temas 'Let's face the music', 'Clap hands' y 'Cheek to cheek', que permitieron la exhibición de estos grandes músicos que arropan a Diana. Imposibles los solos de batería y bajo de Karriem Riggins y Robert Hurst respectivamente, y el público directo al bolsillo... y un redimible contratiempo, entre risas de toda la banda, por la momentánea asincronía entre Anthony y Diana que no acaban de entenderse para iniciar 'Cheek to cheek'.

Un solo bis con 'Walk on by' para cerrar un concierto que nos transmitió armonía, paz, sosiego, en el que el auditorio se dio incondicionalmente a una Diana Krall correcta que, sin mayor entrega -no le hace falta mucho más para encandilarnos-, cumplió su contrato.