JUAN JESÚS GARCÍA  |  Almuñécar (Granada), 22/07/2010

Tras un comienzo de festival en homenaje a los mayores del jazz, en la noche del lunes el veinteañero CHRISTIAN SCOTT trajo a Jazz en la Costa la pujanza ardiente de la última generación de músicos, tan deslumbrante como fogosa y algo atropellada. El "niño" Scott la armó.

El caso es que hace dos años su nombre pasó por las mesas de programación de todos los festivales españoles, pero "el niño" no pasó de estrenarse en España en el circuito de clubes. Dos años después es una estrella que se codea con los astros del cine como Clooney o Mickey Rourke, y una publicación "fashion" le ha señalado como uno de los personajes menores de treinta años más influyentes del mundo.

En Jazz en la Costa (como en San Sebastián por ejemplo) estrenaba 'Yesterday You Said Tomorrow', el álbum que le sentó en los Grammys, un acalambrado trabajo inspirado en su abuelo (el título, una frase que siempre repetía el hombre) y en temas tan nada cómodos como el aborto, la violencia policial o el matrimonio homosexual. Y lo hizo con el mismo equipo de chavales como él que lo grabaron.

Amigo de raperos (en el festival de San Sebastián tenía un mano a mano con un improvisador), colaborador de artistas como Prince (o Sergio Pamies, con quien grabó en Granada el día anterior), en cierta forma ha inventado algo así como el indie-jazz, una mezcla de indie-rock, neo-soul, hip-hop, cool y jazz que resulta asequible tanto para un seguidor de Miles Davis, su maestro en conceptos, sonido y hasta estética o filosofía vital, como de un aficionado al punkrock o el rock alternativo. Si hay que buscar precedentes serían los discos más "blackpotation" de Miles, como 'On the corner', para situarnos en cuerpo y alma. Hay muchos "ahijados" del "príncipe negro", pero pocos como este chaval que dominen todas sus etapas vitales, desde el bop al cool o la levísima ingravidez final.

Su concierto fue más breve de lo esperado y deseado, apenas 80 minutos, eso sí, a presión, y tan rotundo como un golpe en los bajos. Cohesionados como quien lleva meses a concierto por noche, en lo escuchado no hubo fisuras, todos sabían su sitio y cómo llenar el escenario de electricidad, conceptos urbanos, potencia, riffs diabólicos y velocidad de vértigo.

Si alguien busca un resumen de lo que allí aconteció háganlo en el disco 'Live at Newport', con un programa parecido, y como botón la suite 'Litany Against Fear' con la que abrieron, casi 15 minutos al galope, con intensidad, ansiedad, emotividad, ritmos cruzados, dinámicas imposibles y todo tipo de prestidigitación instrumental (acaso por momentos excesiva si se quiere); por el contrario en 'Isadora' sacaría de la sordina lo más emotivo de la noche (momento rosa: está dedicada a su novia, pero también lo fue de la bajista Esperanza Spalding). Si Scott es un llamativo líder que pisa fuerte y toca temperamentalmente, sus compañeros no le andan al zaga: da mucha cuerda solista al guitarrista Matthew Stevens, mientras que, por el contrario, enterrado entre tanto volumen quedó Milton Fletcher al piano; y atrás un imaginativo bajista apostaba por un anómalo lirismo frente a la traca polirítmica de Jamire Williams, apodado, y con eso está todo dicho, el "asesino de baterías".

La siguiente noche, otro antiguo "joven" apocalíptico, James Carter, demostró lo bien que le sientan los años a algunos músicos para atemperar las urgencias juveniles y lograr la excelencia "señorial".