JUAN JESÚS GARCÍA  |  Almuñécar (Granada), 20/07/2010

El festival de jazz de Almuñécar, la tercera muestra más veterana del verano español, comenzó la noche del sábado haciendo gala de perspectiva histórica ya que encima del nuevo escenario se sentaron casi tres siglos de sabiduría musical: Cedar Walton, Bobby Hutcherson, David Williams y Eddie Marshall. Casi nada para inaugurar un programa, como hicieron en San Javier y también en Jazz en la Costa, aunque el trayecto intermedio fuera una odisea con parada casi letal por avería al sol en mitad del verano murciano con rescate en taxi a última hora. Llegaron por tanto muy cansados a Almuñécar, aunque puede que el calorcillo humano o el desentumecimiento ya en faena permitieran que se fueran animando, hasta obligar a que el público les pidiera dos bises, que ya el tercero, camino de los ochenta años encima, es ya demasiado.

BOBBY HUTCHERSON y CEDAR WALTON iniciaron sus carreras en los años 60, en la época de hard-bop, etapa fundamental en la evolución del jazz moderno en la que ambos se implicaron en los años siguientes, para acabar, finalmente, vinculados a un jazz más tradicional con querencias cinematográficas incluso (en la pruebas ajustaron con un 'As time goes by' y en concierto llevan montada nada menos que 'S wonderful'). Está claro pues que ambos caballeros optaron por abrir el festival por las páginas más señoriales del jazz. El Majuelo registró un lleno coherente con la etiqueta de la noche, de un público receptivo y respetuoso al que le costaba contaminar con aplausos la elegancia que se desbordaba del escenario (menos en el solo del batería Eddie Marshall, que fue tan estruendosamente merecido como agradecido). Y es que donde esté un vibráfono, con ese ambiente de lujoso cocktail que genera siempre a su alrededor, hasta una "1929" sabe a drymartini, frapé y con aceituna incluida por supuesto.

Cedar Walton ha sido el pianista de confianza en cientos de grabaciones y conciertos dada su condición, siempre defendida por él, de "autónomo" de la música. Su forma de tocar el piano, llena de swing, una contención que ha crecido con los años y con ese discreto gran saber estar que necesita cualquier acompañante profesional es toda una garantía; fiel a su profesión de confidente, jugó sobre todo en apoyo de las mazas de un Hutcherson en buena forma, gozando el vibrafonista con lo que hacían sus huesudas manos y hasta jaleando a sus compañeros para que dieran aún más de sí (y con el bajista le funcionó el refuerzo: espléndido). Es el último de los clásicos del instrumento (dejando para otros las cuatro o seis mazas a la vez), y aún extrae de su telúrico instrumento, por un lado la magia hipnótica y burbujeante de unos fraseos intimistas, así como también la fogosidad que requiere ese aparato para ser incluido en la sección de ritmo; discurso que él termina siempre con un rotundo golpe final como punto y "hastaluegolucas".

En el programa hubo de todo desde célebres piezas de la casa como ese cuasibolero denominado 'Bolivia', estándares propios como 'Little b's poem', arrumacos brasileros y recuerdos de un pasado ¿remoto ya? en el que ellos sí participaron, fuese recordar al titánico Hubbard ('Little Sunflowers') o al gran Coltrane ('Wise one' y 'Dean Lord'), dos piezas que son un argumento también para hoy, ya que fueron registradas por el genio Rudy Van Gelder, precisamente el responsable también del último disco del "niño" Scott, que tocó anoche.