MIGUEL ANTONIO HURTADO  |  Vitoria, 30/06/2010

Si días atrás relatábamos las incontinencia verbal de Paul Stanley (Kiss) que no paraba de dirigirse al público, el de Minnesota fue el polo opuesto, ni una palabra para las dieciocho mil personas que desafiando a la lluvia se agolpaban frente a DYLAN en esta novena edición del Azkena Rock Festival, ni una imagen en las pantallas gigantes que mantuvieron un plano fijo y lejano de todo el escenario y en la que se intuía a Dylan por su inconfundible levita y sombrero blanco. Si lo que Dylan pretendía, por encima del bien y del mal -son las licencias que los mitos vivientes gusta permitirse-, es marcar una distancia con el público, lo consiguió, y eso a pesar de sus incondicionales que seguían a la par cada uno de los trece temas que se pusieron en escena. Trece temas en los que Dylan conjugaba magistralmente armónica, guitarra, teclados y una voz cascada para cautivar a los que al margen de actitudes lo que de verdad les interesaba es lo que acariciaba sus tímpanos. No es de extrañar que hasta las nubes callaran.

Así, acompañado por su trajeada banda, dio rienda suelta a este tan inconmensurable como escaso set de temas más que reconocidos: 'Rainy Day Women', 'Don't think Twice, It's all right', 'Stuck inside of Mobile with the Memphis blues again', 'Just like a Woman', una de las grandes de la noche, 'Honest with me', 'Simple twist of fate', 'High water', 'Blind Wilie McTell', 'Highway 61', 'Shelter from de Storm' (muy al caso), 'Thunder on the mountain', 'Ballad of a thin man' y para terminar un solo bis con el ya himno 'Like a rolling stone'. La gran ausente, la que solo sonó en nuestras almas, 'Knockin' on heaven's door'.

Seguramente Bob lo pasó de miedo, desde luego la sonrisa nunca desapareció de su rostro, y gozó con sus continuos devaneos multiinstrumentistas, y seguramente los que allí estábamos gozamos tanto o más de este monstruo de la poesía, del folk, del country, del rock, del blues...