JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 22/06/2010

Creo que la imagen más potente de Jorge Martínez no fue la de su despedida el viernes, sino la de su última visita al Zaidín, lloviendo a mares, solo, con los focos apagados, todos los técnicos pidiéndole que se bajase antes de electrocutarse, y él erre que erre empapado bajo la lluvia, "porque las cosas hay que hacerlas bien o no hacerlas", dijo. En cualquier caso, la del otro día en la Tren, fue una despedida memorable, un ajuste de cuentas para el recuerdo al que es difícil poner objeciones... ni de repertorio: dos horas después de haber empezado aseguraba "vamos a tocar todas las que queréis oír, y también las que no". Y se tiraron otros tres cuartos de hora en ello.

Martínez ha decidido liquidar la marca después de pasar su por su propia temporada en el infierno y tras la calma chicha, ha cogido de nuevo la cresta de la ola de regreso. Pasó de viejo a clásico en perfecta forma, y esta gira lo certifica de lleno en lleno, aquí también; y dado el target del personaje, su público puede ser tan generacional como nada, y va desde el punk más borrico al "borjamari" de tiro de pichón y marca original. Curiosa capacidad de atracción.

Desde el principio de los tiempos este grupo ha sido Jorge, con una sección de ritmo que lleva acaso por imagen, porque en verdad le daría igual una máquina automática con su mando a distancia. El grupo es él, en genio, ingenio y figura. Ya no ejerce tanto de bocazas (salvo en algunas entrevistas en estado lamentablemente etílico), y en directo siempre es de una profesionalidad impoluta. Tocan sin amplificadores, por línea, lo que desnuda mucho la imagen (más aún cuando la penumbra les acompañó casi toda la noche, ¿acaso por coquetería?) y sin estímulos visuales uno se concentra más en la escucha. Y ahí es un placer detenerse en sus guitarras (obviando a veces sus estribillos más cafres), porque se trata de uno de los guitarristas más finos del país, gustoso de líneas "vintage" y sin la menor noción de vergüenza estilística ni servidumbres a la hora de armar un tema, sea con un riff letal, retro swingueando o con un elástico punteo Shadows. No es de extrañar que le patrón rock se le haya quedado estrecho.

Asturiano de ley, no mintió, tocaron todo... y más: tuvo su gracia oír versiones de Hendrix y Elvis, recuperar las primeras maquetas de temible adolescente (¡si las llega a escuchar la ministra Aído!), escuchar por primera vez otras que nunca grabó y así hasta las casi 40 intervenciones. Eso sí, como desde su primera visita al estadio de la juventud cuando todos teníamos pelo, el final es su imagen de marca: solo con su eco, y ese premonitorio 'Tiempos nuevos tiempos salvajes' que abre finalmente la puerta del ruido. Chao mamoncete. Los Ilegales han muerto, viva la orquesta Jorge Martínez y los Magníficos.