JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 17/05/2010

En su momento aseguró dedicarse a esto cuando vio la luz, y como un cegado Saulo cayó del caballo el día que allá en el cielo el ojo de Dylan le guiñó. Desde entonces BENJAMÍN PRADO sueña con conciertos eléctricos donde música y rimas levanten a las masas con el calambrazo del rock and roll. Y el caso es que está dotado para ser un covincente "front-line", dirigiéndose al oyente con soltura, complicidad y rotundidad (eso sí como armonicista no pasa de primero de afilador y la guitarra la coge y... bueno, la coge y ya está).

Su disco con Sabina provocó el cisma entre músicos y escritores, ya que piensan los primeros que se lo han robado como al mes de abril, pero si me apuran, con su nueva pareja Coque Malla (y el monumental guitarrista argentino Nico Nieto) hay mucho más "filin" (sin "g", a la cubana, de sentimiento en español), del que aparecería en uno de los  conciertos automáticos del de Úbeda. Y en una cercanía tan física, casi de saliva y frote como la de La Telonera mejor que mejor.

Tras una breve intervención del incalificable performance, percusionista orgánico y escritor genovés Claudio Pozzani, salieron los tres a la escena, bien arropada por una sala llena y con ganas, alternando los jaleos familiares a "Benja" y "Coque". El primero con un burladero trasero con silla y botellas donde buscar la sombra, y el otro sin más escondite que su acústica y el amparo de la feliz sincronía, casi de siamés, con su guitarrista compañero. Y a pesar de que este formato es muy propicio para las pachanguitas, el guión estaba bien escrito y no se aparataron de él ni para fumar: Prado introduce, llena entre medias las canciones, con escritos suyos que aspiran a ser estribillos, y que encajan bien entre los ya grabados por el Ronaldo sobre todo en su último disco (aunque hubo de todos); verso de uno y canciones de otro (¿y viceversa?) van cayendo: 'Hasta el final', 'Berlín', 'El final', 'Punto cero', 'Quiero volverte a ver'... entre estrofas inflamadas a ritmo de blues y rock troglodita o poemas completos sin red: "que fácil es pasar de ser un país de emigrantes a uno de xenófobos" dijo Prado como introducción a 'Inmigrante'. El guitarrista también lee, y Prado coge... eso, coge la guitarra, Coque la eléctrica, y con su eterna voz de adolescente con vegetaciones no esquiva su turno de contar. La noche rememora a los Aguaviva experimentales de 'Apocalipsis', o los más urbanos de Juan de Loxa: "los muchachos estamos cansados de tragamonedas..."; Ginsberg, "hartico de tó" llegaba mucho más lejos (hay pruebas), pero cuando Benjamín arranca su letanía sobre un colchón creciente de irritante distorsión y culmina arriba casi gritando "100 poetas muertos equivalen a un río", en la inercia de un silencio sólido reaparece el fantasma del Jim Morrison de "When the music's over..." un segundo antes de matar a su padre y su madre y buscarse la ruina; quizás ese fuera el momento crítico y catártico de este concierto leído (o lectura cantada). Un rocanrolito "estonaino" para distender ('Abróchate') y la enorme 'La Hora de los Gigantes', una de las canciones más logradas de Malla, acercaron el final ya en la madrugada del sábado.

Dos bises que fueron exigidos a punta de aplauso dieron para mucho, para estrenar 'El barco' y un casi vals, 'Lo intenta', y agotado el repertorio (ya que Prado lanzaba al público cada ejemplar que leía) se sacó de la memoria ese 'Dos alas' que "El Flaco de Úbeda" y él dedicaron al recuerdo nocturno de Ángel González. No hubo más, pero porque no quisieron.