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Al Quevedo de Malasaña le bastó media hora larga para salir de allí como los toreros.
Si hay un personaje en la música española particularmente autócrata, deslenguado, satírico y paladín del humor como lenguaje de la inteligencia -según las teorías de Chesterton-, es JAVIER KRAHE. Un tipo que no madruga, que alardea de jugar al ajedrez y emborracharse cada noche. Y que tarda varios meses en dar por acabada una canción. Cosas de no tener jefes. Después de Paco Ibáñez y Enrique Morente, el barbudo de La Mandrágora pasó por el café-bar La Tertulia de Granada de incógnita. Aunque eso es un decir: varias decenas de personas se quedaron en la calle un martes por la noche.
Se trataba de celebrar los treinta años de ejercicio como "huerta de la cultura" de un garito en el que se urdió la mejor poesía española de los ochenta. Un espacio en el que han recitado Alberti, Benedetti y Ángel González. Y que alumbró los versos de Javier Egea. Ahí es nada. Krahe, en su línea, ofreció un recital acompasado por las carcajadas del público. Al Quevedo de Malasaña le bastó media hora larga para salir de allí como los toreros.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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