VALLE  |  Bilbao, 26/02/2019

Según las leyes de la aerodinámica y de la física, los abejorros no pueden volar. Su peso, su volumen y la densidad del aire son una resistencia insalvable para la escasa superficie de sus alas y la insuficiente velocidad de éstas. Pero... claro, el abejorro no sabe nada de todo esto y, por tanto, vuela.

Hay veces que, precisamente por no ser conscientes de nuestros propios límites, no tenemos límites. Entonces, los enfermos sanan, las madres leen la mente, comprenden y ayudan, los padres predicen el futuro y se adelantan, los desesperados vuelven a creer, los engañados vuelven a confiar y los músicos... los músicos vuelan.

Javier Fernández Paiz, con su nuevo proyecto GOLDEN WOOD, vuela hacia su mundo elevándose con dulces melodías y otea desde arriba su trayectoria vital en los últimos dos años a la que no le faltan desamores y desencuentros pero tampoco ilusiones y sueños. Un disco noventero y elaborado con muchos ingredientes del rock de Seattle y del Folk fruto de las conocidas influencias de Javier Fernández Paiz en grupos como Soundgarden y Blind Melon o en músicos como Jeff Buckey. Sin embargo, Golden Wood tiene un sonido propio envuelto en una atmósfera muy particular.

En este EP destaca una soberbia 'Once Again. A false disguise' con un profundo cambio de armonía y una preciosa subida, un tema muy ambiental como 'My creation' y 'Slave', una canción muy en la línea de Tailor Box, el proyecto que Javier comparte con la también cantante Xandra Jiménez. No obstante, en mi opinión, lo mejor de este trabajo es, sin duda, el bailable ritmo y la original melodía del segundo corte 'Dream awake' con exquisitas trazas de funk y de soul.

Javier Fernández Paiz, en este álbum, explora sus vías creativas y expresivas luciéndose tanto con la voz como con la guitarra. Además, ha tenido el acierto de acompañarse de Ibai Velázquez en la batería y percusión, Alex Arrieta en el saxo, Ander Aparicio, Christian Mares y Aitor Arrieta en las guitarras y Asier Durán y Guillermo Barcala en los teclados. El resultado es un disco ecléctico, íntimo y especial para ser escuchado en un ambiente tranquilo mientras reflexionamos, filosofamos, amamos o volamos... por supuesto, como el abejorro, ignorando las leyes de la aerodinámica y de la física.