VICKY PEINADO  |  Madrid, 10/12/2018

Un espacio real y uno onírico se fusionan en la apuesta de dirección de Blanca Vega y Tomás P. Sznaiderman, mundos entrelazados que nos hablan con acento uruguayo del dolor del torturado y de la conciencia del torturador. Una puesta en escena sencilla, que sirve a la función para centrar la atención del espectador en lo esencial y da libertad a la fantasía para crear todo aquello que no se ve. El clima que construyen esos dos cuerpos en escena, generan los fueras de campo necesarios para que el público ensamble el puzzle completo.

Dos actores que en sus silencios y en sus parlamentos, con el esfuerzo añadido de expresarse con un acento que no les es propio y que ejecutan a la perfección, atenazan al público en su butaca y lo hacen retorcerse por momentos, incómodo. Dos interpretaciones llenas de matices, que hacen respirar, boquear, convulsionar y dudar a los personajes que se erigen en escena como dos realidades opuestas pero que finalmente encuentran puntos en común, una distancia impuesta y coherente con la situación que termina acercando sus límites por muy lejanos que en su génesis pudieran parecer.

El texto de Benedetti aborda la lucha ideológica y el sacrificio, la traición y la libertad, la voluntad y la necesidad. Y pretende ahondar en el inconsciente del torturador, da foco tanto a la víctima como al verdugo. Porque si bien el espectador puede identificarse con el torturado, el torturador, el que ejecuta las órdenes no es un "muñeco de palo", sino un hombre al fin y al cabo, ahí es donde la distancia astronómica entre ambos, marcada por la ideología de cada uno, acorta su medida.

Un espectáculo necesario, de mínimos escénicos y de máxima emoción, un teatro esencial, de piel y sangre, que late, bulle y resiste. Gracias a unos actores, Antonio Aguilar Cabrera y José Emilio Vera, que sostienen un texto áspero y directo, sin aspavientos, con tabla y con valentía.

'PEDRO Y EL CAPITÁN' puede verse los sábados de diciembre en Nueve Norte, a las 19:15h.