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Consolidada como una de las más reconocidas cantantes de jazz de la actualidad, Stacey Kent consigue, con un delicado equilibrio entre frescura y convicción, dotar a sus interpretaciones de una estremecedora credibilidad, como se pudo comprobar en su concierto en el Festival de Jazz de Granada que nos narra Juan Jesús García.
A veces pasan cosas como esta. Que una artista en fase de ascenso crece ante nosotros. Terminaba una crónica de su primera actuación por estas latitudes pidiendo que recordasen su nombre, y este año en apenas 48h ha vendido todo el Teatro Isabel la Católica. Al parecer han tenido buena memoria.
La mayor paradoja de esta cantante calificada de "Diva del jazz" por honorables Premio Nobel es que no aporta nada a la historia del jazz vocal, pero lo que hace roza la perfección. De un clasicismo impropio de su edad y frágil aspecto, en un formato cercano al de cualquier grupo de hotel, propone un repertorio ajeno y escuchado una y mil veces, pero la clave de esta mujer para meterse al público en el bolso no está en qué hace, sino en cómo lo hace. Y resulta una caricia absolutamente embelesadora.
Su estilo ha sido elogiado y aplaudido como una elegante mezcla de Peggy Lee con Ella Fitzgerald, comparación a todas luces exagerada, pero sí es cierto que sin hacer nada del otro mundo, esa sencillez tan sincera (y british) con la que canta es lo que resulta irremediablemente embaucador.
Ya comenzar con 'La chica de Ipanema' sugiere una sesión sin riesgo, pero no lo necesita, que salten sin red otros, ella revive una música ya anciana con una clase y elegancia superlativas. Perfecta en afinación, dicción e inflexiones, consigue con un delicado equilibrio entre frescura y convicción dotar a sus interpretaciones de una estremecedora credibilidad que desarma al oyente. Sus piezas, entre estándares brasileños, americanos y chanson, se iluminan cuando los toca con la varita mágica de su voz, aunque sea en plan Pimpinela con su marido en el 'Aguas de Março' a medias. Tiene "ángel".
Cuando comenzó tocar Jim Tomlinson, mi vecino de butaca aseguró que su "saxo sonaba a saxo", obviedad que nos remite al estereotipo del tenorista, que en el espacio de las bossas, nuevas o ya usadas, remite al decálogo de Stan Getz. Cantando en perfectos portugués, inglés y francés, cambió también la bolita de cubilete idiómatico, y por ejemplo "afranksinatró" ('If You Go Away') el 'Ne me quitte pas' breliano. Y como no todo va a ser retro, se despidió (aunque el público quería más y se lo pidió calentándose bien las manos) con una hermosa versión del 'Jardín d´hiver', del contemporáneo compositor francés de culto Benjamin Biolay, demostrando que no quiere quedarse solo en una intérprete revisionista. Terminó el jazz, así que feliz navidad.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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