ARTISTAS, GRUPOS...:
Stanley Clarke | Beka Gochiashvili | Cameron Graves | Shariq Tucker | Salar Nader | Evan Garr
GÉNEROS, ESTILOS...:
SALAS, FESTIVALES...:
Festival de Jazz de Granada | Teatro Isabel la Católica
SELLOS, DISTRIBUIDORAS, EDITORAS, PROMOTORAS...:
Diputación de Granada | Ayuntamiento de Granada | Mack Avenue | Impulse! | Concord | Tobacco Road | Heads Up International
El bajista Stanley Clarke llegó al Festival de Jazz de Granada con el colorido de las tablas de Salar Nader y el violín de Evan Garr añadidos a la compleja estructura de sus dos teclistas (uno de ellos Cameron Graves) para firmar un extraordinario concierto que nos narra Juan Jesús García.
Suele ser habitual que el contrabajista se quede al fondo del escenario, y también al final de la mezcla de audio, como si fuera casi un elemento decorativo más estético que acústico. Hasta que llegó STANLEY CLARKE "y mandó parar". Como aquel batería que también harto de estar en la sombra se puso el primero, Clarke hace valer los galones y el peso de la historia para que en sus conciertos los graves estén siempre en la vanguardia de lo escuchado. Por derecho y con razón.
Pero antes de desenfundar recibió de las manos del alcalde y con entusiasmos de la NBA, la medalla del Festival de Jazz de Granada, que parece tener debilidad por estos instrumentistas ya que inauguró la serie Ron Carter el año pasado.
Camino de la setentena, Stanley es un catedrático en activo que ejerce en directo. Por Almuñécar pasó dos veces, una tutelando al rabillo de lagartija Hiromi, y otra con una guardería de auténticos fieras, varios de los cuales repitieron el viernes ya más creciditos. Gusta de ejercer el patriarcado sonriendo y dando paso con patente amabilidad a sus chavales, como ellos le aplauden reverencialmente cada solo... ¡Y qué solos! Veamos, hay contrabajistas que llevan el ritmo y decoran algo los márgenes, y otros que dominan el arte de la ventriloquía; Clarke cuando abraza el contrabajo es poesía pura, y si ya se embala parece increíble que esas manazas adquieran semejante vértigo como si fuera lo más normal del mundo. Con saber que a los veinte años ya le llamaban "The legend" está todo dicho.
Dispuesto a no repetir paisaje sonoro, está vez llegó con el colorido de las tablas y el violín añadidos a la compleja estructura de sus dos teclistas (uno de ellos Cameron Graves, que también aparece con el último crack del jazz: Kamasi Washington) y el joven baterista Shariq Tucker, taquicárdico percusionista levemente atenuado para no tapar (léase devorar) el psicodélico burbujeo hindú de Salar Nader. El violinista Evan Garr, con ese toque meloso tan de Joe Venuti, fue un auténtico líder de la noche, recordando aquella formación de Return to Forever que llevaba incrustado a Jean Luc Ponty.
El concierto fue una auténtica exhibición de facultades individuales y capacidad de engranaje colectivo. Las piezas de arranque, fuesen el 'Brazilian love afaire' o el 'Pork pie hat' se quedaron en argumentos para continuas ruedas puestas en orden por Clarke, que cuando cogía el bajo eléctrico había que abrocharse el cinturón de seguridad de las butacas. Excusas para ir enfrentado dinámicas y contrastes en un concierto con perfil en "V" en el que el trabajo de vocoder trajo a la memoria los coros cantados de Flora Purim en los fundacionales Return to Forever. Portentoso concierto (de estar lleno de portentos) que remató encendiendo la bola de espejos en plan funk total, con aquel electrizante 'Oh Oh' de los tiempos en los que su asociación con George Duke llenó de groove "premium" las pistas de baile.
Sir Paul McCartney asegura que la colaboración que le hizo más feliz fue con Stanley Clarke, y nadie de los 900 que llenaron en Teatro Isabel la Católica lo pondría en duda. Palabra de Beatle. Amén.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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