VALLE  |  Madrid, 17/07/2018

No hace mucho, leí un artículo sobre la memoria en el que se explicaba que, a partir de la edad humana de 4 o 5 años, el olvido total no existe y se pueden recuperar a lo largo de nuestra vida todo tipo de reminiscencias del pasado. No obstante, nuestro cerebro trabaja con los recuerdos recientes y obvia los más antiguos simplemente para poder seguir aprendiendo. O sea, olvidar es aprender porque si recordáramos todo, haríamos las cosas siempre de la misma manera y nos convertiríamos en robots con sesos atrofiados porque perderíamos nuestra capacidad de análisis y aprendizaje.

El caso es que, al leer todo esto, por fin comprendí a Ringo Starr cuando, hace unos 5 años, en un concierto en Lima, olvidó las notas y no fue capaz de empezar su hit 'Don't pass me by' que, curiosamente, se traduce como "no me ignores". Esta canción fue la primera que Ringo compuso para The Beatles pero ahora supongo que es tan memorable como antigua y eso también la convierte en olvidable.

Está claro, por tanto, que, lógicamente, la época más olvidada del ser humano es la infancia que, además, es la más esencial para el desarrollo y la futura personalidad al igual que el desayuno es la comida más importante aunque los españolitos nos empeñemos en bebernos solamente un café con leche. Por eso, nunca está de más que intentemos rescatar recuerdos de infancia porque ellos nos revelarán quiénes somos y lo que somos capaces de ser.

La que sí parece olvidarse siempre de la infancia es la industria musical. Tras los exitosos grupos y cantantes infantiles de principios de los ochenta, actualmente, con la casi única excepción de los CantaJuego, los más pequeños de la casa, ávidos como todas las personas de música, no pueden encontrar el sonido que represente su momento vital. Esto es más trascendental de lo que parece porque, al fin y al cabo, la música es la gran iniciadora de muchas ramas y disciplinas de la cultura y saltarse un ciclo tan crucial para enfrentarse con inmadurez y desconocimiento a una etapa que no corresponde a su edad, solo puede traer desconexión social, apatía, incomprensión o desinterés cultural. Sin embargo, no quiero ser demasiado pesimista porque, el viernes pasado, el sello discográfico Ace Music parió un discazo de música infantil que no puede faltar en ningún hogar en el que haya restos de chuches debajo de los sillones y marcas de dedos en los cristales de las ventanas. 'Lo mejor de Raúl Charlo' es un LP que recopila diez canciones de los dos álbumes que el artista de niños RAÚL CHARLO grabó en 2014 y 2016: 'Los niños del mañana' y 'Las aventuras de Raúl'.

El disco comienza con una gran y modernizada versión de la canción 'Espapirifáctico'. Un exitoso tema de la cantante infantil Tatiana conocida en México como "la reina de los niños". Los ritmos discotequeros se acentúan en 'Selfie', la alegre y bailable segunda canción. La parte más didáctica que siempre debe tener un disco infantil viene con 'Bailando con los dedos' y 'Las capitales' que vuestros hijos aprenderán sin esfuerzo gracias a sus pegadizas melodías y a sus acertadas rimas. Después, Raúl Charlo se convierte en entrenador de fútbol en su animosa 'Gorilas Fútbol Club' y seguimos bailando con 'El ritmo de Raúl' en la que los niños escuchan todo lo que pueden hacer, todas las posibilidades que la vida les ofrece. Para que la imaginación vuele, hay que montarla en 'El cohete'. Una graciosísima canción en la que la única norma es no comer cacahuetes. Por fin llegamos a la balada que me ha cautivado. En 'Todos somos raros', Raúl Charlo, con una mágica melodía y con un lenguaje sencillo y brillante, sensibiliza sobre el problema de las enfermedades raras. Un emocionante tema lleno de inspiración, comprensión, tolerancia, empatía, integración, respeto... en una palabra: amor. Este maravilloso disco recopilatorio termina con un ilusionante villancico 'Cosas de la Navidad' en el que, con ojos de niño, se nos muestra cómo viven ellos ese período.

'Lo mejor de Raúl Charlo' es un álbum que mezcla estilos como el house, el rock o el pop y que, siempre bajo el concepto y la idea de Raúl, tiene unas composiciones brillantes de Javier León, unos arreglos sorprendentes en los que destacan la guitarra eléctrica de Jopi (músico de Melendi, Malú o Mónica Naranjo), los teclados y la producción del gran Luca Germini y las subidas de tono en la limpia voz de Charlo que producen expectación y más belleza melódica.

Es un disco perfecto para viajar en coche con niños porque, gracias a la variedad en todos sus temas y a la calidad del sonido, los mayores no se cansarán de escucharlo y también lo disfrutarán.

Raúl Charlo lleva toda una vida trabajando para el mundo infantil desde que, con ocho o nueve años, fuera bailarín de Teresa Rabal. Este músico y coreógrafo no para de embarcarse en proyectos que ejecuta con mucha profesionalidad e ilusión porque el enorme respeto que tiene por su público (los niños) le obliga a trabajar duro hasta conseguir productos de gran calidad.

Volviendo al tema del olvido... Cuando os hable de la primera música que empecé a escuchar y os nombre a La Frontera, Stray Cats, Eddie Cochran, Ramones o 091, recordadme que haga memoria. Porque yo, como casi todos, me suelo olvidar de la infancia y nunca hago justicia. Nunca digo que los tempos, el ritmo, la alegría y los textos de Teresa Rabal, Parchís o Rosa León, me condujeron a descubrir el rock, el punk o la poesía y me abrieron un abanico cultural que me llena. Así que, muchas gracias a Raúl Charlo y a todos los artistas que trabajan para los niños porque hacen una labor importantísima que no siempre es merecidamente reconocida.

En definitiva, aunque la infancia, lógicamente, sea la etapa más olvidada, os invitó a rescatarla e incluso a volver a vivirla. Aprovechad el verano, montad en bicicleta, saltad de bomba a la piscina, poned muecas raras, haceros cosquillas y bailad con Raúl Charlo porque, como dijo alguien, no creo que nunca sea tarde para tener una infancia feliz.