JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 02/07/2018

Espectacular el cierre del ciclo Granada Distrito Sonoro en su edición 2018. Como fue su apertura, con Eskorzo en el Paseo del Salón, ante una masa de espectadores que llegaba hasta donde la vista ya se confunde; tanto público que hasta se desbordaron las previsiones organizativas. Lo mismo sucedió el sábado con el concierto de clausura a cargo de los NIÑOS MUTANTES, si bien ya estaba todo calculado y el mismo Ayuntamiento organizador esperaba que casi quince mil personas acudieran, y bien pudieron acercarse esos a un paseo que ha recuperado sus posibilidades escénicas, y por donde pasaron tiempo ha nombres como 091 (el cantante recordó aquel concierto, hace treinta años), Joaquín Sabina, la Orquesta Mondragón... y un largo etcétera de artistas en conciertos siempre gratuitos. La edil de Cultura, María Leyva, se felicitaba hace un par de días por la "inmensa acogida de público que ha tenido el proyecto", realizado en colaboración con la cervecera granadina Alhambra, y Juan Alberto lo hacía "por devolver la música las calles".

"Tras el éxito cosechado en 2017, en la primera edición de esta iniciativa que comenzamos denominando Primavera Musical, el Ayuntamiento quiso dar un paso más, hacer un esfuerzo mayor para impulsar la calidad artística, aumentar el número de conciertos, ampliar el programa hasta el mes de junio y apostar por grupos y músicos consagrados", comentaba la concejala, calificando de "consagrada" a la banda Niños Mutantes, invitada a la clausura del proyecto por este año.

Sin precio de entrada Mutantes dejaron claro que son una luz brillante a la caída de la tarde, hacia la que se dirigieron miles de personas buscando las canciones de Juan Alberto, Nani, Andrés y Miguel Haro (con cuyo hermano, por cierto, ha retomado el grupo Ma Baker), con el refuerzo impagable de Alonso Díaz. Sobre todo los títulos de sus discos de la última década: 'Las noches de insomnio', 'Náufragos', 'El futuro' y 'Diez', que son cuatro "ochomiles" en su ascensión a las cumbres del pop, indie o no.

Ellos deben pensar algo parecido porque el grueso de su actuación estuvo dedicado a esa relación de piezas, mayormente, redimensionadas con la llegada de Díaz (de Napoleón Solo) que añade al fondo de armario varios instrumentos y añade una capa más a la parte vocal, que en este grupo cada vez va aumentando su anchura partiendo siempre de la enfática y creíble interpretación solista, que hace que más que canciones lo que cuenten son vivencias.

Y esa cercanía emocional con el público les ha permitido crecer a la par, y que los espectadores sean también protagonistas de sus conciertos. En Mutantes no hay adolescentes fans gritones y cantarines como en los grupos del indie mainstream, son más bien compañeros/as de camino vital, socios/as de canciones cuyos estribillos tienen cualidades reflexivas y hasta transitivas, relátese la felicidad o su ausencia. Orgullo de amplio grupo que lleva ya junto, el año que viene hace ya un cuarto de siglo (se nota en la cantidad de chavalería presente) y son, miles. Con la venia de don Paco Chica: a estas alturas "todos somos Niños Mutantes".