JUANMA CANTOS  |  Madrid, 20/03/2010

Contar con un nuevo espacio en el que se desarrolle un ciclo estable de conciertos es siempre, no cabe duda, una buena noticia. Que esto suceda en una ciudad como Madrid que, aunque goza de un envidiable calendario de conciertos (comparado con otras ciudades de nuestro país), necesita de aún más espacios de calidad -y subrayo esto último- donde dar cabida a la escena local y nacional, se convierte, siempre, en un acontecimiento. Si, además, se trata de un espacio con tan buen feeling y tan buena acústica como lo es el hall del Nuevo Teatro Lara, supone, también siempre, un lujo.

Concebido para no más de 70 u 80 personas, todas sentadas en torno a mesas cercanas al escenario, el hall del veterano y céntrico teatro madrileño es un lugar acogedor en el que se puede degustar con sosiego la música. Es una buena idea traer hasta tan bonito lugar un ciclo de conciertos en el que los músicos desnuden sus canciones y, en acústico, las ofrezcan sin posibilidad de enmascaramiento.

LOS PECES y OLIVIA DE HAPPYLAND abrían el pasado jueves el ciclo 'Amplificados' que nuestros compañeros de Rockola.fm ponen en marcha junto a los responsables del teatro, con la finalidad de ofrecer un altavoz a diversas propuestas que llenarán el hall del teatro los jueves de próximas semanas. El público, atento, respetuoso e imbuido por la idiosincrasia del recinto y de la acústica de la noche, respondió con buen criterio a esta cita.

Para comenzar, la extremeña Olivia de Happyland irrumpió con las canciones de su inofensivo 'Casi feliz', arrancando su corto -cortísimo- concierto, acompañada por el pianista Miguel Paladín, con 'Bob tenía razón', un claro homenaje, a su manera, bucólica e incluso infantil, a la influencia de Dylan en toda la hornada de nuevos y, sobre todo, nuevas singers-songwriters (o cantautoras "de toda la vida") que pululan, con mayor o menor éxito, guitarra en ristre, por la escena actual. Olivia está justo en ese punto, el de rondar el éxito, en el que si juegas fuerte en el difícil play-off puedes "ascender de categoría". El jueves no jugó su mejor partido, indudablemente. Temas como 'Pierdo el camisón' o 'Felices novios', para los que contó con la ayuda del guitarrista americano Alex Oiseaux (de los "antifolk" Clockwork Bird), sonaron atropellados por la premura de tiempo: Olivia sólo tuvo cinco ocasiones, en forma de canciones, para mostrarse y, cuando empezaba a intuirse su potencial, con 'Mi último error', tuvo que dejar el escenario.

Los Peces tomaron el relevo. Su acierto en lo acústico se mostró bien a las claras y bien rápido. Supieron apoyarse y lucirse gracias en buena medida al piano de cola que se encontraba en un lateral del escenario y en el que Santi Comet se desenvolvió con soltura.

Abrieron con 'Alza tu vuelo', 'Las playas del sur' y 'Para que te acuerdes de mí' y pronto se pudo ver que la voz de Clara Téllez manda, con dulzura, en las composiciones del dúo (esa noche trío por la inestimable presencia a la guitarra de Toni Brunet), destacando sobremanera con su personal timbre de voz y convirtiéndose con naturalidad en amable centro de atención.

El cierre, hace algunos años ya, de su antiguo sello, Mandarina, no les vino nada bien, lógicamente, pues su debut homónimo, producido por el ínclito y omnipresente Alejo Stivel, pasó algo desapercibido, dejando poco más que algunos temas en las radios. El dúo sería ahora mucho más reconocido de lo que es. Y esto lo demuestran temas como 'Ocho brazos para abrazarte', que da título a su segundo disco, -su segundo intento, en definitiva-, producido por Álex Olmedo, presente y atento al concierto entre el público, 'Nuestro final feliz' (que contó con la colaboración en las voces de Ainoa Cabanes del grupo Flaco Favor) o 'Muñeca Tatuada' que pusieron bien a las claras, encarando la recta final, lo que antes comentaba: Los Peces personalizan el pop sencillo y bien "rematado", -bien compuesto e interpretado, al menos en su versión acústica-, que llega fácilmente a un público muy amplio, pero sin caer en vulgaridades. Intentando dar en el clavo para jugar en la "Champions". Pueden gustar o no, claro está, pero, objetivamente, lo tienen todo -melodías y carisma, básicamente- para entrar, esta vez sí, en el mainstream patrio.

'Merodeando', canción que, según presentó la propia Clara con desparpajo, les llevó "a la cresta del anonimato", sirvió de corto descanso para encarar los bises, en los que se atrevieron con versiones de 'Once y Seis' de Fito Páez y 'Flaca' de Calamaro, para cerrar con 'Estación del Silencio', ambientada en el mítico bar de zaragozano y dedicada con cariño, como tienen costumbre, a Guille Martín, y 'La fiebre de los años noventa' con la que se despidieron ante un público que pedía sin suficiente ahínco 'En la Línea 2'.