JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 08/03/2011

El talludo cantante del barrio del Clot ha sido el segundo invitado al ciclo '360º', y el segundo en llenar el Auditorio Manuel de Falla (con falta puesta a los pucelanos Celtas Cortos, caídos del programa). Que José María Sanz, de alias grupal LOQUILLO, está otra vez de nuevo en racha, lo dice primero él mismo antes que nadie (que para eso no tiene abuela), y también lo corroboran los datos de ventas, de entradas o discos. En sus palabras, el péndulo ha girado y se mueve otra vez en la zona verde; ha tardado, pero ahí está él, arriba de la bola y aprovechando sus treinta años de oficio. Que se dice pronto: hay muchos tipo/as que nos llegan todas las semanas con vitola de superestrellas... pero emplazo al lector/a para dentro de tres décadas hablar de ellos/as, aunque sea bien, si es que los recodamos.

El mismo tiempo hace que se sabe que el Falla no es el mejor lugar para escuchar rock and roll, y máxime cuando -y fue también el caso de M Clan- se despliega amplificación como para hacer puré las mismísimas murallas de Jericó. Pero como Loquillo es de los que hace virtud de la carencia, que ha hecho carrera de cantante sin tener "voz", ahora acompañado de un grupo que roza la perfección más profesional, consiguió que, contra todo pronóstico, su concierto aniversario fuera mucho más audible que el de los murcianos. Ya para ser feliz no necesita ningún camión, pero sí una banda que haga aullar a los gatos del callejón: el único "guitar-hero" que ha dado el terruño, Jaime Stinus, junto al explosivo Igor Paskual forman su línea del frente; la exquisita bajista (y escritora) argentina Laura Gómez junto al gabacho Laurent Castagnet están en la rítmica, con Santi Comet en los teclados completando la nómina. Un grupo al que cuesta encontrarle la vena del cuello hinchada, pero que garantiza una eficacia incontestable, dejando la red para el veterano guitarrista donostiarra y la apostura para el glamouroso y más temperamental Paskual, uno de los tipos que guitarra en ristre mejor estampa gasta del país.

Treinta años dan para toda una vida, como se puede deducir del público asistente, ya de varias generaciones sucesivas, que al menos tres había y muchos pisaban el Falla por primera vez. También para más de dos horas de canciones y eso sin tocar más que las caras "a" de los singles, o hacer varios conciertos distintos. Y aunque le deba más a los sanguíneos himnos de los primeros quince años, que no faltaron (la del Risi 'En las calles de Madrid' para empezar, 'Pégate a mi', 'Rompeolas', 'Rock suave'... ¡y hasta 'La mataré' de nuevo tras años de ausencia políticamente correcta!), parece encontrase más a gusto entre las del segundo tramo, el de madurez, el de la elegancia de traje oscuro y zapato de ante, mirada vidriosa de mascarón de proa dedo al frente, como señalando el camino al nuevo mundo: 'Memoria de jóvenes' mandada a José Lapido, 'Feo, fuerte y formal, 'Arte y ensayo', 'Línea clara', 'Cuando fuimos los mejores'.

Genio y (mucha) figura, de estudiada pose (aplaudido pitillín incluido) y planta altiva, amigo de sus amigos, espíritu de equipo de carreras de coches de choque, Loquillo canta hierático y superautosuficiente unos estribillos que son sentido material "inflapechos" para cuando seamos los mejores, mientras lo somos y, sin nostalgia, cuando lo dejamos de ser.

Alguien se acordará todavía de su primera actuación por aquí, en el lastimeramente ruinoso Estadio del Juventud, cuando ni siquiera podría imaginar que en el siglo siguiente se iba a escribir un artículo como éste sobre él, pero tampoco que tocaría con los Stones y los Who, ni en los mismos tableros granadinos que Chet Baker o Miles Davis. Sin duda está ya entre ellos, "los mejores".