JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 30/01/2018

Probablemente el disco '202' del grupo CARLOTA sea la edición más ambiciosa editada en Granada. Y generosa, porque por el mismo precio da dos versiones distintas con dos grabaciones opuestas (una más "acomodada" y la otra más agreste), un cuaderno de ilustraciones y un libro comic para contar una historia con varios protagonistas que interactúan. Veamos, es un disco conceptual, una ópera rock en toda regla que en directo tiene más que ver con 'The Wall' (alguna imagen proyectada recuerda aquella puesta en escena) que de las historias de billares de The Who. Un "cuento" dice su promoción que es, a lo Lewis Carroll, con pastillas de estira y encoge y colores ácidos. Toda una obra de arte (de artes) aquí y ahora.

El aquí fue en el Teatro Cajagranada y el ahora el pasado fin de semana. El equipo se había preparado a lo grande, con un equipo humano insuperable (¡estando Toni Mills de por medio ya cuesta hacerlo!), luminotécnica milimétrica, despejada monitorización de oído, audio perfecto, proyecciones ad hoc, y hasta una bailarina con una inexpresiva e inquietante máscara griega de chocolate. La entrada incluía también una recepción de bienvenida con el grupo tocando en el recibidor un par de piezas en acústico (¡tercera lectura!). Solo les faltó salir al final a despedir al respetable como Fleshtones.

La puesta de largo de '202' resultó casi como una obra de teatro. La oferta conceptual es tan abrumadora que el público apenas interactuó con el grupo como es habitual en los conciertos de rock, que lo es, aunque la exposición sugería silencio y concentración, y obtuvo un respeto absoluto al trabajo tan bien hecho. '202' tiene su propio guion, pero cada capítulo tiene vida propia -a fin de cuentas son canciones-, y a lo 'Rayuela', items como 'Quién eres' (¡brutal el juego de guitarras!), 'Soren Loren' (una canción riff total), 'Dónde vas' (¡ese estribillo Velcro!) o '202' (con su dicción a lo CRAG), etc., funcionan solas o en compañía de otras; de hecho el futuro les deparará sitio en los bises de temporadas próximas ya con la "Habitación 202" desocupada.

En directo llama la atención la libertad de movimiento con que César Rodríguez ha organizado el audio de la banda. No hay deudas estilísticas, ni generacionales que pagar (y se agradece por la variedad), por lo que el recorrido en el tiempo de este '202' se prevé largo al no casarse con nadie. Desprejuicio en el que tiene mucho que ver la búsqueda de arquitecturas sonoras trabajadas fuera de lo obvio, la pulsación "bluessy" de Molina y tímbricas inusuales como una doble percusión con un timbal enorme (tipo zurdo) y una suerte de bendir o bodhran que llegan como cargas de profundidad. Sin olvidar las posibilidades vocales de César, que rozan la ventriloquía. No hubo bises, pero como corresponde a una función muy aplaudida "la compañía" salió a saludar varias veces.