ARTISTAS, GRUPOS...:
Sobrinus | Sidney Gámez | Javier Fernández | David Parrilla | Juampe Holguera
GÉNEROS, ESTILOS...:
SALAS, FESTIVALES...:
SELLOS, DISTRIBUIDORAS, EDITORAS, PROMOTORAS...:
Sobrinus regresaban a los escenarios la pasada semana y llenaban la sala El Sol de Madrid en un fantástico concierto en el que repasaron su (desgraciadamente corta) carrera. Este miércoles, segunda (¿y última?) oportunidad de escucharles en esta reunión de veinte aniversario, en la misma sala. Crónica de Alfonso Sáenz.
Desde hace algún tiempo, bastante, no soy yo muy de revivals. Simplemente no me los creo, no me llegan, no soy capaz de sentir lo que, en su momento, sentía cuando escuchaba a aquellas bandas que, a mediados de los 90, me sumergían en un mundo distinto lleno de pasiones y de nuevas experiencias.
Es cierto que por aquel entonces yo era diferente a como soy hoy. Mis ambiciones, mis experiencias y aquella imberbe y magnética percepción por la que absorbía nuevas y alucinantes canciones... era otra. No es solo que haya evolucionado como persona, es que soy otra persona.
Por lo tanto, resultaría injusto sentenciar a todos esos grupos que, 20 años más tarde de disolverse, se reúnen para servir canapés de recuerdos a todos nosotros: nostálgicos hambrientos, que ya dejamos atrás una época maravillosa que, no nos engañemos, nunca volverá.
Pero aun así, lo sigo intentado porque sé que los dogmas, lejos de ayudarme, me convierten en un ser menos feliz y que, a veces (pocas), existen excepciones que me callan la boca. El concierto con el que SOBRINUS, inactivos desde 2005, llenaron el pasado 14 de diciembre la Sala El Sol es una de estas excepciones que, no solo demuestran que a veces estoy mejor calladito, sino que hay puntos del espacio-tiempo que se detienen y se hacen eternos.
El Sol es un buen lugar para que la ecuación del revival tenga éxito. Paredes que han presidido los últimos casi 40 años de nuestra historia musical, camareros con pajarita, el vetusto ropero y el olorcillo a vieja sastrería. ¿Qué mejor decorado para un reencuentro con el pasado?
Aparecen en escena Sidney Gámez (guitarra y voz), Javier Fernández (bajo) y David Parrilla (batería), acompañados por Juampe Holguera (a la segunda guitarra y coros). Los años no pasan en vano para nadie, pero en sus ojos ya podemos percibir un brillo que presagia algo real. 'Mona Lisa' inicia el show y su enigmática sonrisa se adueña de un garito que no dejará de sonreír hasta hora y media más tarde, cuando, entusiasmado, despedirá a la banda mostoleña al grito de "otra, otra".
Siguen sucediéndose los himnos: 'Homo erectus', 'Hit', 'Quiérete', 'Reina de la miel', 'San Francisco'...En este punto tiene lugar la primera sorpresa de la noche a cargo del trío de vientos de la banda madrileña de soul Watch Out, que acompañan en 'Sirena de charca', 'El saber no ocupa lugar' y el arreglo más funky de 'Pitufa' que se haya escuchado hasta la fecha. Más tarde regresarán para la recta final del concierto. Nunca había escuchado a Sobrinus con metales, pero el tufillo funk que desprenden sus composiciones permite que se ensamblen con naturalidad y gusto, si bien endulzan, quizás demasiado, el lamento y desgarro de las guitarras de Sidney.
Y ocurre algo que no me esperaba, comienzan a sonar los acordes de una de las más bellas canciones jamás escritas, por la exquisitez con las que describe la dureza de una separación y el ansia de reencuentro: 'Ámame'. Tras el aplauso y algún que otro sollozo, continúan con 'Café expresso' y con una nueva colaboración a cargo del armonicista David Bombo Harpen el tema 'Blues'. Continúan más clásicos con 'Ni sé', 'Ya no soy un pez' o 'Si me escuchas'.
Comienza a sonar 'Loba' y la conexión con el público ya es absoluta. Todos disfrutamos de esta atmósfera tan especial que nuestros Sobrinus han conseguido recrear e, incluso, somos capaces de abstraernos al paso del tiempo. Continúan 'Puro Macho', 'La anoche me domina' y, tras un pequeño descanso y con una sala entregada, culminan con 'Suerte' y 'La música es un dios'.
Y así concluye una noche de reencuentros, de explosiones de júbilo y de respeto por la historia. Y, por supuesto, de música. Una música única y bella, brillantemente interpretada y cargada de una sensibilidad y pureza muy inusuales en este presente de la inmediatez y de la irrelevancia.
Para mí, al menos, la otra noche no fue un revival más, sino una materialización de mi propia crónica y un redescubrimiento de mí mismo, del que era y del que soy ahora. Dos partes de un todo que, por un instante, lográbamos evadirnos de los tristes sumideros por donde discurríamos y conseguíamos amarnos en nuestro paraíso del recuerdo... donde nuestros alientos duermen.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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