JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 04/12/2017

"Que vuelva, que vuelva, el Ángel de la cueva", eso se leía en un titular tras la primera visita a Granada de ÁNGEL STANICH, y es que el cántabro de puro "rarito" es único. Este fin de semana lo hizo, para llenar la sala Aliatar y dar el concierto más completo desde aquella ocasión en la que solo con su guitarra y sus taconazos puso en alerta a los cazatalentos.

En romperse los talones sigue insistiendo, como mantiene esa imagen despistada de un Rasputín vestido de John Fogerty, y también sus esquivos hábitos cenobitas, si bien en escena resultó mucho menos huidizo. Repitió con banda, ampliada con un organista, Javier Ryjlen (de Idealipsticks) que dio la réplica a Víctor Pescador, reencarnación física de un Carlos Santana mozuelo y un tipo con un feeling absoluto en los dedos. Un equipo engrasado y cómplice que engrandece las canciones de este personaje tan curioso que es "el Stanich". Compañeros que arroparon a un solista enfático, de registro vocal ampliado (y tan singular que requiere adaptación), y algo despistado con el "pinganillo" de monitorización, empeñado en caerse cada rato.

Y si en directo es un suma y sigue, las canciones de 'Antigua y Barbuda' son ya un multiplica y continúa, porque han supuesto un avance logarítmico en su carrera. Echamos de menos una carta marcada como 'El río', de Miguel Ríos, que aquí hubiera sido un absoluto banderín de enganche, pero ese álbum va repleto de piezas que reproducen impecablemente en directo, con generosos espacios para que la banda cabalgue, entre temas o en finales paroxísticos que pondrían cara de susto al "indie" medio.

Para el bis enlazaron 'Carbura', 'Metralleta Joe' y 'Mátame camión', en un final de traca que ni Grateful Dead. Van tan sobrados de material de excelencia que en breve tendrán un problema, ya que de guardar para el final lo mejor, tendrán que comenzar los bises al principio del concierto.