JUAN JESÚS GARCÍA  |  Almuñécar, 19/07/2017

Se dice que la canción que inspiraron los andares de la adolescente Helô Pinheiro camino de la playa de Ipanema ha sido la mejor campaña publicitaria que ha tenido Río de Janeiro: desde luego está considerada la segunda canción más difundida de la historia tras el 'Yesterday' beatle. La 'Chica de Ipanema' fue el centro de la explosión popular de la bossa por todo el planeta, la causa de que Sinatra llamara a Antonio Carlos Jobim para trabajar con él, (se cuenta que primero le colgó creyendo que era una broma) y el motivo de que, medio siglo después, JOHN PIZZARELLI con el nieto de aquel, David, inauguraran el festival de jazz de Almuñécar: Jazz en la Costa, el más antiguo de Andalucía con treinta años y más de trescientas actuaciones ofrecidas.

Un comienzo festivalero de etiqueta en un concierto (y disco) que nació tras el éxito de las actuaciones del americano en Brasil el año pasado, su gusto por los géneros -y formatos- "vintage", y que convirtió el escenario de El Majuelo en un apacible remanso de paz y calidez sonora. Se decía que la bossa exigía "cantar como quien habla al oído de una mujer" y el propio Franky aseguró tras grabar el mítico disco referido que "la última vez que canté tan bajo fue cuando tuve laringitis", así las cosas El Majuelo fue un recatado club de templada bossa y delicadeza sonora.

Impecablemente trajeados los dos protagonistas, aunque con una corbata de las que rompen cualquier protocolo el de New Jersey, se ofrecieron sentados en silla de anea y con cierta estética de cantaor flamenco el brasilero. Alternó el titular la acústica tradicional con la eléctrica de siete cuerdas, y JOBIM demostró que no es un desdeñable pianista en una par de temas, añadió la denominación de origen, la melosidad del portugués de ultramar, y una segunda voz que encajaba muy bien con la del estadounidense: ligera y golosa, de dicción suave y timbre fresco y joven, perfecta en su ausencia de dramatismo para aportar ese toque de elegante ensoñación romántica, casi cinematográfica, del repertorio de estandarazos cariocas. Nada que añadir a su leyenda de guitarrista pulcro y de swing ágil, y cuando persigue vocalmente a sus dedos por el mástil resulta absolutamente embaucador.

Con una banda en la que los gringos eran minoría, y los dos tercios venían del "patio trasero Sur" claro queda el retrosabor a autenticidad, máxime cuando el pianista es Helio Alves, imaginativo, dinámico, inventivo y con un exuberante fraseo dialogante con el patrón, y atrás Duduka da Fonseca (del Trío da Paz) maestro -tiene un método incluso de percusión brasileña- de maestros.

Tan contento terminó Sinatra de su encuentro con Jobim (el abuelo) que luego repitieron faena, y en esas grabaciones dobles se ha inspirado Pizzarrelli (tampoco mucho, el respeto es máximo) para este proyecto que arrancó en Almuñécar; parte procede del volumen uno y otra del posterior, arreglado con audacia (en su momento) por Eumir Deodato nada menos. Añadió una canción dedicada al patriarca de la casa por Michael Franks, la hermosa 'Antonios' song' y se saltó el monocolor con la propia 'Canto Casual', con la que terminaron; como hiciera La Voz acudiendo al Great American Songbook para completar el original. "Mira qué cosa más linda va por San Cristóbal con su dulce balancear, camino del mar..."