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Bill Callahan | Neal Morgan | Smog
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Ya entrado en la cuarentena e inmerso en un aplaudido proceso de introspección, Callahan dedicó casi todo el recital a su última obra, 'Sometimes I wish we were an eagle'.
"Espero que no te importe que me apropie de tu vida privada, la azote sobre la mesa y la trocee con un cuchillo". Las palabras de BILL CALLAHAN adquieren un plus de solemnidad cuando el espectador recibe la mirada meditabunda del cantautor de Maryland. Como el Bowie madurito de los ochenta: peinado impecable, corbata y rictus de hombre curtido en el parnaso de los atormentados enigmáticos. Así se presentó en el ciclo Fonorama de Granada esta figura de culto, reconocible hasta hace media década bajo el pseudónimo de Smog.
Ya entrado en la cuarentena e inmerso en un aplaudido proceso de introspección, Callahan dedicó casi todo el recital a su última obra, 'Sometimes I wish we were an eagle'. Para muchos de los presentes y gran parte de la crítica, su álbum más lúcido y emocionante firmado con nombre y apellido. El arranque con 'Jim Cain' y 'All thoughts are prey to some beast' noqueó las butacas del teatro. Hablamos de uno de los mejores escritores de canciones de su generación. Siempre comparado con titanes de la talla de Cohen o Dylan. Un dibujante sagaz de viñetas trágicas. En este caso, las desabridas confesiones sentimentales en primera persona acaparan sus composiciones recientes. El viento, el río, el valle, los pájaros. Símbolos de una América turbia y arrastrada. Callahan metaboliza todo ese acervo y lo traduce en un lúgubre folk-blues eléctrico.
Acostumbrados al disco, hubo quien añoró los arreglos paisajísticos de Brian Beattie. En cambio, Callahan llegó acompañado por el curioso baterista (¡tocó descalzo!) Neal Morgan. Percusión y guitarra: la expresión más cruda y primitiva del rock. Aunque, sin duda, el primer instrumento del estadounidense es su voz. Profunda y abaritonada, de esas que sólo reverberan credibilidad. Al final, apenas una terna de menciones a su pasado. La antiquísima 'The bathysphere' y, en el último tramo, 'Say valley maker' e 'In the pines' -tradicional americana del siglo XIX, luego popularizada por Leadbelly-, rescatadas de 'A river ain't too much to love', el epílogo de Smog. Tipos como él devuelven la esperanza. No es la alegría de la huerta. Pero, de vez en cuando, resulta balsámico un paseo por la carretera de la desolación.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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