JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 26/03/2012

El talludo guitarrista de Florida dio en el Planta Baja la tercera actuación de la gira "acústica" que estuvo realizando por España, y en Granada fue recibido con más calor humano que en la paradas anteriores donde no llenó. El Planta, por el contrario, completó su aforo en términos "adultos", es decir, holguero y menos apretados que cuando hay un grupo para fans juveniles. Eso sí, el público (donde abundaban sus hijos y nietos estilísticos) se instaló inusualmente al mismo borde del escenario para estar lo más cerca posible del muchachote (que lo sigue pareciendo aunque ya no cumpla los 53). Con la entrada daban también el derecho a hacerle fotos a un metro de la cara, con flash, y durante todo el concierto (paradójicamente a los profesionales solo se les permitían tres canciones), cosas que pasan cuando te ponen a casi dos metros de mito al alcance de la mano.

THURSTON MOORE, por lo que se ve, fue modificando las condiciones de la gira de presentación de 'Demolished Thoughts', el disco que le traía por aquí de vuelta a las condiciones casi "underground" de sus comienzos; por el camino se han quedado la arpista, también ha acudido a su colección de guitarras históricas para electrocutar algo más estas presentaciones, así como ha abierto sus objetivos, incluyendo también material de 'Trees Outside The Academy', su álbum de 2007, ya que no sólo de guitarras de palo vive el hombre, vaya que le confundan a uno con Cat Stevens. Formalmente la tímbrica de buena parte de la noche despertaba en la memoria el recuerdo de la esmerada imperfección en crudo de aquel censurado '1969' de Velvet Underground, un disco-concepto seminal como todo lo de aquella banda en el cambio de siglo pasado. Las canciones tenían cierto desaliño experimental y parecían inacabadas, cuando no improvisadas (de hecho la parte más "free" debiera serlo) sobre la marcha, y sólo en algunas caídas a plomo se dejaba ver la entrenada intención previa.

Tras un comienzo amable, casi bucólico, con la untuosidad del violín en lugar de la agreste viola del irritante perfil original, el cantautor y guitarrista (¡y "pipa" en este concierto!) Keith Wood repartió las enchufadas, pisó el "on" de la pedalera y abrieron la llave de paso del ruido hasta niveles difícilmente soportables para un tímpano poco habituado o no endurecido por el uso. Climas apabullantes, ferrallas brutales que habitualmente cortaban a navaja entre piezas o incluso entre sus partes, aprovechando las tremendas inercias sensoriales de los pobres mortales, que el viejo y experimentado zorro sónico Moore maneja hábilmente como con un mando a distancia, obligando al oyente a un indómito carrusel de vértigos. Números como 'Mina Loy', 'Staring statues', 'Hang out', 'Ono Soul', 'See-Through Playmate', 'Orchard Street', 'Frozen GTR' o 'Fri/end' los lleva en el programa de mano y los coloca en el atril (¡¡¡ahh, la memoria!!!), repartiéndolos a ambos lados del precipicio, en este caso de menos a más y viceversa, para gozo de los amantes de las emociones contrastadas y la distorsión llevada a extremos casi patológicos. ¿Quién dijo acústico?

Tras el concierto, mientras se descomprimían los oídos, flotaba en el (denso) ambiente la pregunta del millón: ¿qué hubiera pasado de haber progresado aquel encuentro forzadamente casual entre Morente y Thurston Moore con sus Sonic Youth?