JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 14/02/2012

El excantante de Gabinete Caligari no nos frecuenta mucho, y eso que su madre y parte de su familia son de Granada, como recordó en el concierto de la Forum. Si hasta hace nada se compatibilizaba el formato "eléctrico" con el "desenchufado", esta temporada lo que se lleva es el "esencial" y como sigan las cosas así llegaremos al "puro", es decir, solo. En su caso el concierto es denominado "Natural", e incluye dos acompañantes, un ramo de claveles rojos y, como tiene que ser, un burladero. En fin, lo que se puede pagar hoy en día.

Flanqueado por el histórico teclista uruguayo Esteban Hirschfeld (Los Rápidos, Gabinete...) y al otro lado por Juan Carlos Sotos (La Rocka) en la guitarra y segundas voces, JAIME URRUTIA dio un concierto para fans, y mejor cuanto más fans, como esos dos chavales de la primera fila amamantados acaso con sus canciones, porque los resultados, objetivamente, requerían de cierta militancia previa.

El formato requiere de ser más rodado y conseguir ese empaste y conjunción que separa un encuentro casual de un concierto, y más tratándose de un cantante de comprometida afinación y entonación más bien libertaria, que necesita un considerable armazón sonoro que complete sus peculiaridades. Eso sí, natural lo fue, todo, para bien y para menos bien, y al alcance de la mano, repito: como la de los chicos que, en la primera fila de una sala medio llena, se frotaban los ojos de ilusión.

El que se llamara "muchacho eléctrico", vestido con un traje de luces que recordaba tanto el uniforme taurino como aquel con el que Sydney Pollack vistió a Robert Redford ('El jinete eléctrico') funcionó más bien a 110V, sonoramente desaliñado, pero él mismo: desde el charol bicolor de su zapatos, el pañuelo de lunares (prestado) al cuello, esa sonrisa tan dental y su característica voz de chicharra macho, cada día más de trasnoche larga. Y, por supuesto, sus hábiles canciones, entrañables y costumbristas haciendo malabarismos entre frases hechas, trabalenguas y adivinanzas sin que se le caiga ninguna palabra al suelo.

Y aquí hay que aplaudir su valentía, porque un artista que podría rentabilizar dos horas encadenando canciones sentimentalmente explotables, no se aprovecha de sus comodines (Chachachá, el bar, 'Camino Soria', 'Cuatro rosas', 'Suite nupcial'...) más que lo justo, y rebusca en toda su discografía, la personal y la gabinetera (excepto el primero) incluyendo sus títulos crepusculares y malditos como 'Gabinetísimo' ('Petardo en el culo') o el testamental 'Subid la música' ('Nadie me va a añorar'); incluso para los más viejos seguidores, que los había, recordó aquel 'Golpes' fundacional de cuando sacar un disco, incluso compartido (con Parálisis Permanente) era un milagro. Zarzuelero, valiente y torero hasta que la muerte nos separe. Y que Dios reparta suerte.