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Los Secretos | Álvaro Urquijo | Ramón Arroyo | Jesús Redondo
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En directo el quinteto rueda suelto, casi siempre a velocidades legales y dentro de una normalidad sonora de gasoil, tranquila.
Cada varios años el grupo madrileño se asoma para recordarnos que sigue en buena forma y constatar ellos que aquí en Granada no se les olvida. Para nada, que en la discoteca Forum no cabía literalmente ni un alma, y menos aún algún cuerpo más para escuchar a la banda de los Urquijo, ahora en manos únicamente de Álvaro, el menor del saga, y que debe dormir en la nevera porque a sus casi 50 años sigue pareciendo un chaval.
Superadas la tres décadas pidiendo que les dejemos, no parece que se le haga mucho caso y vuelven a vivir una nueva época de popularidad (y van...), eso sí, entre un público coetáneo tirando ya a madurito; detalle que en la oscuridad tan sólo se percibe en la alta calidad de los "smartphones" con los que se les retrata, lejos de los habituales gratis con la prepago en los conciertos indies. Cosas de la edad: este verano en un baile para "mayores" en un hotel sexitano, el organista ambientaba ya canciones de Nacha Pop y Barón Rojo, así que... "es su turno, gracias".
Álvaro se ha echado el grupo a los hombros y aunque su voz no es tan conmovedora como la de su hermano, sí tiene un timbre parecido y una considerable potencia emotiva. Y no está solo, que a su izquierda cuenta con el hombre-para-todo que es Ramón Arroyo, que más que un músico es un seguro de vida, y a la derecha hay que destacar el frescor que desde el piano aporta Jesús Redondo, el Chuck Leavell de los "Urquijo Brothers Band".
La conexión con el público fue creciendo según discurría el concierto, y de paso se apartaban de la canciones de su nuevo disco, obviamente menos conocidas (como también con bastante de ejercicio de autoestilo). Está claro que a estas alturas Los Secretos juegan siempre sobre seguro y con una baraja de cartas marcadas que forman parte de, no sólo de nuestra particular historia sentimental, sino casi ya del acervo popular. Con todo, la primera parte fue de ajuste y tanteo, y a partir del tándem 'La calle del olvido' y 'Sin dirección' la comunicación empezó a ser ya bidireccional. Llegando la temperatura al rato hasta... hasta propiciar la espontaneidad más desinhibida de algunos "notables" presentes, con oculta debilidad por la cadencia ranchera.
No faltaron 'Colgado', 'Quiero beber hasta...', 'El bulevar...', 'Ojos de perdida', 'Buena chica', 'Y no amanece' o 'Desapareces' (con un extraordinario solo de Arroyo sobre doble mástil) y pudimos conocer que por 'No me imagino' fueron despedidos de su disquera.
En directo el quinteto rueda suelto, casi siempre a velocidades legales y dentro de una normalidad sonora de gasoil, tranquila y devora kilómetros. La voz siempre estuvo en su sitio, y los optimistas punteos de Álvaro fueron en ocasiones doblados por Arroyo, con una guitarra o mandolina para cada canción, y... ¡sin utilizar las Rickenbakers!, curva guitarra que fue mucho tiempo la imagen de la casa.
Cabe señalar las entusiastas versiones que siempre han hecho, mejorando holgadamente los originales (como ocurriera en su momento con Los Bólidos) y anoche con los uruguayos Bulldog ('Sobre un vidrio mojado') o sus colegas Mamá ('Nada más'), ambas al final del concierto rivalizando con la inevitable 'Déjame', ya con el público lanzado, coros de orfeón y las manos rojas de aplaudir.
Como no podía ser de otra manera en un grupo de buena familia se despidieron dando las gracias, "por elegirnos", cantaron en una noche con varias alternativas también de fuste. De nada, un placer.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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