JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 22/11/2011

Que ENRIQUE VALDIVIESO tocase en Granada era de justicia (como que alguna vez lo haga Javier Paxariño, otro granadino errante y ausente). Fue el primer organista Hammond español que se atrevió con el jazz y ha recorrido el mundo con su B3 original. El festival de jazz le ha dado la oportunidad (como también con su anterior disco en 1990) de estrenar su nueva grabación, 'Jazzandalus'. Y lo hizo en el siempre acogedor y acústicamente impecable (y luminosamente también) escenario del Teatro Alhambra con un grupo internacional de pasaportes español, japonés, holandés y el sueco de la cantante Edith B.

Como no podía ser de otra forma asistieron numerosísimos músicos de la ciudad (lo presentó otro: Jolís Gualda) ya que su nombre es para los teclistas objeto de la curiosidad que despierta su casi leyenda. Apartado en los últimos años de la música en activo, Valdivieso ha retomado su actividad musical animado, primero por el Festival de Jazz de Atarfe donde debe el concierto con su Big Band que tenía que haber dado el año pasado (pospuesto por estar residiendo en el Líbano) y definitivamente el de Granada, ha armado esta formación para solucionar el asunto del disco pendiente desde hace años.

El organista Hammond dividió en dos parte su actuación: en la primera realizó una tremenda exhibición de fuerza y habilidad contando con los metales del también granadino aunque ausente hace décadas Manuel Morales (su saxo se escucha en centenares de discos) y el trombón a ratos sintetizado de Bert Boeren; en el ritmo estuvieron los excepcionales Jaime Parriza y Nicolás Medina (un lujo para esta ciudad ambos), teniendo como invitado al músico japonés Ryo Kawasaki con un fraseo imprevisible, entre marciano y de la otra parte del mundo, de donde es a fin de cuentas.

En esta parte inaugural dio una clase magistral de cómo se toca un instrumento tan complejo como éste apurando sus colores y sacando temblorosa emoción del motor Leslie con su característico y vivo ruido de fondo. Piezas suyas como 'Mi querido Smith' (dedicado a su maestro Jimmy) o 'Carmen', esta última con esos aires sureños (de aquí y del otro lado del estrecho) que le han reconocido pionero del jazz flamenco cuando, por ejemplo, Chano Domínguez se iniciaba en el rock sinfónico. Esta zona sonora tocó a su fin con el 'Seven steps to heaven' de Miles Davis y 'The Jody Grind'. Piezas de alta densidad donde el grupo ofreció facultades supertalla y una muy razonable compenetración para ser fecha única.

En la segunda parte Valdivieso cambió de tercio radicalmente convirtiendo el Teatro Alhambra en un cabaret de Hollywood. El concurso de la vistosa cantante de musical Edith B., vestida con un deslumbrante traje rosa chicle-fresa-dulce, rebajó la intensidad del ambiente con la liviandad de su golosa voz, su imagen de Marylin en 'Los caballeros la prefieren rubias' y un repertorio cinematográfico (con excepciones: el 'Ornitology' parkeriano) en buena parte con el glamour de la firma de Cole Porter. Un momento a destacar: cuando ella y los tambores de Parriza se bastaron para hacer una el 'Just one...'.

Ambos mundos, el negro y el blanco (léase rubio), coincidieron en el final cuando el Hammond rugió sobre un recio y robusto blues de B.B. King que, tras una rueda de exhibición de todos los participantes, puso punto final a este concierto, absolutamente necesario para homenajear la carrera de este músico tan singular. A veces Granada es tan justa que no lo parece.