JUAN JESÚS GARCÍA  |  Almuñécar (Granada), 20/07/2011

El compositor y bajista KYLE EASTWOOD tendrá siempre que luchar contra la pesada sombra de su apellido, sin embargo a estas alturas sus armas son solventes y llamándose como su padre o de otra manera tendría por derecho un hueco en el jazz contemporáneo; eso sí, quizás le hubiese costado señalar su territorio llamándose García que llevando la marca del director de 'Bird'. En cualquier caso, en el segundo concierto de Jazz en la Costa el equipo que dirige Kyle desde el contrabajo juega brillantemente en grupo y sabe dejar un excelente sabor de boca.

El panorama humano cambió algo, me cuentan que había zonas de auténticas fans, que supongo algo desilusionadas porque su ídolo prefería huir de los focos y mantener su rostro (clavado al del padre) más bien en penumbra. Eso sí, no se recuerda al final nunca en Almuñécar tanta gente comprando y firmando discos.

Prejuicios aparte, como contrabajista cumple sobradamente con su cometido y fomenta el espíritu de piña más allá de las (tan frecuentes en el jazz) reuniones coyunturales de artistas. Y eso se nota en el perfecto encaje de las piezas. Su música suena bien hilada, muy pulida y es agradable, es amable y razonablemente hermosa, con acusada tendencia a la contemplación (en este caso de nada, porque no hay imágenes más allá de la imaginación de cada uno/a) y algo falta de nervio: para situarnos, lo de mañana con Soulbop será algo aproximado pero en tromba.

Tocaron casi todo su 'Songs from the chateau' y parte de 'Paris Blue', material con variedad de nutrientes, regusto por los sonidos más actuales y sensibilidad. Anunció algunas piezas inspiradas en sus estancias cinematográficas en África ('Marciac', 'Marrakesh'...), y afortunadamente se olvidó de sus debilidades electrónicas. Alternó acústico con eléctrico (con más sangre, slap y funk algo "pastoriusado") y dejó espacio para sus acompañantes: los vientos del exquisito Jim Rotundi y Graeme Blevins (especialmente locuaz con el soprano... hasta el bis, donde se desató con el tenor), y más aún al pianista Andrew McCormack, su hombre de confianza. No recabó para sí mismo más de un quinto del quinteto, lo que es muy loable en un líder, y más si es bajista, especie con tendencia a la sobreactuación.

El concierto tuvo perfil en uve, bajando en su parte media con las sugerentes 'Iwo Jima', de un dramatismo especialmente contenido, la circular 'Song for you', y 'Marrakech', su particular "Escalera al cielo" con la agradable compañía del ya fijo coro de gaviotas del Conservatorio de Almuñécar y un solo de "motillo" añadido fuera de programa. 'Andalucía' es una decorativa inspiración de nuestra tierra (a mayor gloria del trompetista y cierto tópico "latino") y cuando parecía ya todo vendido se sacó para el bis una briosa pieza, 'Big Noise', anunciada como "antigua", de 2004, que levantó al público de sus asientos. Podía haberse llamado Kyle García, y se hubiese llevado puestos los mismos aplausos.