JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 17/04/2011

En un jueves de agenda muy apretado, la hispano-danesa CHRISTINA ROSENVINGE rozó el lleno en su concierto del Teatro Alhambra de Granada. Pero si había algunas butacas sin alquilar (la primera fila arrendada por bastantes lumbreras del pop local, por cierto), lo que no cabía es más emoción y devoción, que ante esta mujer de tan marcada y uniforme personalidad no caben media tintas: se la quiere todo, o no existe.

Aunque se la pensaba más acompañada, llegó en formato ingrávido, todo cuerda y ocasionalmente piano eléctrico, con su hombre de confianza habitual Charlie Bautista y el dramatismo con sabor a madera de la chelista Aurora Aroca, de Boat Beam; un sonido sin toma de tierra que reforzaba la inasibilidad aparente de sus formas. Según mire, la Rosenvinge puede ser tan exquisita como limitada, intimista o endeble, emotiva o somnífera, que como un Rorschach buena parte de la valoración la pone el interesado. Con aires de cantante del Grand Ole Opry, elegante, guapísima, y con confianza en el trato pero sin abusar, se mostró mucho más natural y segura que en otras ocasiones, incluso ofreciendo unos matices de firmeza en su voz que contrastan con su engañosa fragilidad de porcelana. Si añadimos el muy buen gusto del iluminador de escena, podemos resumir que el concierto fue muy placentero.

Se trataba de ofrecer 'La joven Dolores', en menos proporción 'Tu labio superior' y acaso picotear algo en lo anterior. Y así fue. Sin mayor orden del que sugería la variedad tímbrica, ahora guitarra, ahora chelo, ahora piano, solo incluso. Material que ha situado a esta mujer en el trono del "mainstream indie" con ejemplos como 'Mi hermano', 'Negro cinturón', 'Tu sombra', 'Animales invertebrados', por ejemplo. 'A liar to love' fue una visita única a su etapa neoyorquina, para volver entre la canción de autor, el casi country, nanas a lo Vainica Doble o el indie folk de 'A contrapelo', 'Mirada bajo el agua', 'Debut', 'Nadie como tú...', etc. Se preveía alguna colaboración pero no llegó y la mitológica 'Canción del Eco', con la radiografía de una ruptura reversible de 'La idiota que hay en mi' fueron una despedida prolongada a golpe de aplauso por 'No lloro por ti', a capella casi, en recuerdo de su disco compartido con Nacho Vegas. Siempre Christina, siempre joven.