JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 25/01/2010

Con gente esperando en la puerta y el completo desde hace días (como está siendo su nuevo periplo hispano) DOMINIQUE A ha dejado de ser de minorías, y no sólo llena, sino que pone al público de pie hasta obligarle a añadir al programa oficial de su concierto un par de piezas más. Impecable el francés, su gente, y la acústica del Máiquez..., todo estuvo a favor de un esplendido concierto. Y así fue la actuación inaugural del ciclo Fonorama.

Paradójicamente, su anterior visita, solo y reconcentrado en sus electrodomésticos hubiese sido más apropiado para este contemplativo espacio que la presente versión energética de Dominique, (con 'A' de gripe como él ironizó), a ratos tanto que el cuerpo pedía liberarse y participar solidariamente de los decibelios que recibía. Así que, clara quedó la buena calidad de las bisagras de las butacas del teatro porque aguantaron el envite, que no fue chico. Y es que la versión el directo de 'La musique' - 'La matiere' engorda considerablemente a todo grupo, sobre todo si en él figura un sólido batería como Sebastian Buttet y un guitarrista todoterreno y omnipresente como Oliver (presentado así, sin apellidos). Para los que teníamos presente su imagen hierática y reconcentrada, ahora, con menos compromisos, nos ofreció una estampa más expresiva, con calambrazos posturales, un paso epiléptico a lo Wilko Johnson mientras entrelleva el compás de una orquesta invisible o bate alas como una gaviota en tierra. Eso sí, parco en palabras y sin forzar (ni fomentar) la comunicación directa, es más, descorazonando a los que le pidieron canciones ('Antonia' o 'Le Courage des Oiseaux': "serás decepcionado" les dijo) aunque luego, pícaro él, las tocara al final.

Se centró rigurosamente en estos dos últimos trabajos con apenas alguna cita anterior ('Metter de Faussaire' por ejemplo) y avanzó una pieza nueva, dedicada y con el nombre del artista Gerard Mases. Y cuando escribo "centrado" eso hizo exactamente, sin desarrollos excesivos, ampliaciones o la improvisaciones planeadoras de las que gusta cuando va solo: aquí temas a troquel cuya sincronía y exactitud, sobre todo en esos finales cortados a navaja, si le cogen a uno sin el cinturón de seguridad abrochado, se cae un par de filas adelante. Unas lecturas contemporáneas, casi cubistas por su angulosidad, en las que luce el (y multiinstrumentista) guitarrista invitado, enorme construyendo paredes de distorsión (incluso, directamente, ruido) que apuntalan la melancólica afectación de su voz, si se quiere en este formato más enfática y urgente.

"Hasta que el cuerpo aguante" pudiera ser una frase prestada por Miguel Ríos, pero en él suena a himno de las Brigadas Internacionales; 'Sous la neige' fue estremecedoramente revisada en la penumbra y la soledad del teclado, mientras que, dentro de la novedad de esta lectura orgánica y aguerrida, resultó muy llamativa la remodelación de 'La fin d'un monde', con un descacharrante (y coherente) tono cabaretero "parisiene" que haría las delicias de Tom Waits. Lo dicho, un concierto impecable, astuto por su guardarropía que cubre lo obvio, excitante por sus perfiles quebrados, sin tacha, y que confirma que, a pesar de su "omni-presidente", estos galos están cuerdos.