JUANMA CANTOS  |  Madrid, 20/11/2010

El francés YANN TIERSEN ha sabido ganarse, poco a poco, con constancia y, lo que es más importante, con discos absolutamente redondos, una legión de fieles seguidores en todo el mundo. No es de extrañar, por tanto, que se formaran colas kilométricas a la entrada de la sala La Riviera para poder ver a uno de los músicos más solventes de la actualidad en la presentación en Madrid de su nuevo disco, 'Dust Lane'.

No es fácil llevar al directo canciones de una tristeza palpable, de una base tan clásica pero a la vez tan radiantemente frescas como las de Tiersen, un tipo detallista hasta la obsesión a la hora de montar en directo sus temas como si fueran un puzzle, sin importarle lo más mínimo -eso parece a tenor de lo escuchado en su concierto- cómo fueron grabados en su día, dándoles una vuelta de tuerca, una nueva lectura, para obtener como resultado un caleidoscopio de sensaciones. O a la hora combinar con elegancia instrumentos clásicos con sintetizadores y demás cacharritos de la tecnología ya casi desfasada de lo analógico. O a la hora de, en lo que a él en primera persona respecta, una vez encima del escenario, intercambiar instrumentos -violín, mandolina, sintetizadores...- con una facilidad pasmosa, mostrando una maestría de aventajado sensei de las melodías. Pero Tiersen lo consigue, y sobradamente, como se comprobó en su concierto de la fría noche del martes en Madrid.

El de Brest volvió a demostrar que es un auténtico genio a la hora de crear ambientes, de transmitir con su música sensaciones que van más allá de lo meramente auditivo y que te transportan a olores de brisa de mar, a sabores mediterráneos, al tacto de tu pareja cuando necesitas de su cariño, o a percibir colores en ocasiones ocres como el desierto, en ocasiones fluorescentes como un neón.

Fueron cayendo una tras otra las canciones de su recientísimo 'Dust Lane': 'Till The End', 'Amy', una acelerada 'Ashes', 'Fuck Me', una arrebatadora y potente 'Palestine'... destacando en todas ellas la ejecución de los brillantísimos músicos que le rodean, dejando momentos corales preciosos, envolviendo poco a poco al personal hasta llevarles al más sincero fervor y a la más profunda devoción, ganados a través de la sorpresa. Para muestra, un botón: esa revisión entre ensoñadora y psicodélica de 'La Valse D'Amélie'. Una maravilla, oiga...

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