DANI ILLANA  |  Jaén, 15/11/2010

Faltaban minutos para las once de la noche del viernes cuando la oscuridad se le hizo patente a unas trescientas personas. Una música de armónica, como anunciando la llegada del más perverso de los forajidos, daba sonido a una proyección que hablaba de la muerte del sueño americano; pronto, sobre ella, empezaron a recortarse ocho siluetas tocadas con sombreros y un barbudo dio un paso al frente para reclamar la atención de un foco que acudió rápido a su llamada y, casi sin querer, Niel Young empezó a sonar casi como si el mismísimo Neil Young estuviera allí. Este fue el escalofriante comienzo de más de dos horas y media de puro y simple Rock'n'roll.

La promoción la vende cómo la "gira del año", es posible que la afirmación sea un poco arriesgada, pero, desde luego, es un evento imprescindible, y no sólo para los fanáticos del country western. A pesar de sus diferencias estéticas (banqueros de ciudad frente a vaqueros de latifundio) e instrumentales (apuesta eléctrica frente a apuesta acústica), las similitudes entre ambas bandas las condenaban a encontrarse en un duelo como este, el panorama no es lo bastante grande para las dos.

La sala Kharma de Jaén presentó un aspecto aceptable para recibir a dos grupos punteros, pero minoritarios, por lo que no se puede hacer mal balance de la presencia de un público que se fue más que satisfecho. El espectáculo que ofrecen ambas bandas es una descarga de plomo sin tregua y, aunque Nino Rota flote en el ambiente, no pierden el tiempo en desafíos o vacilan en acercar el dedo a las cuerdas: LOS CORONAS son la banda más rápida a este lado del Manzanares, pero ARIZONA BABY nunca falla cuando dispara... una canción.

Después de un comienzo en común a través del 'Everybody knows this is nowhere', Arizona Baby se quedaron solos en el escenario para interpretar su soberbio 'Second to none'. Por mucho que traten de esconderlo, los Srs. Vielba, Marrón y Úbeda son un auténtico power trío, aunque respiren blues por la herida de su anacronismo; su música sabe a whiskey de Kentucky y a barro del Mississippi, a tabaco de mascar y polvo del desierto, todo ello vía Castilla. Javier Vielba tiene una presencia escénica brutal y es capaz de llenar él solo un escenario, más si cabe bien secundado por ese monstruo del punteo que es Rubén Marrón, artífice de que una banda con dos guitarras acústicas tenga más fuerza que muchos combos electrificados. 'Ouch' o 'A tale of the west'fueron algunas de las piezas destacadas, sin olvidar el imprescindible final con 'Shiralee', como ellos mismos afirman, un auténtico tributo a Waylon Jennings. Durante su actuación se fueron sumando, poco a poco, Javier Vacas y Loza de manera que, cuando llegó el momento de la transición, esta fue natural y no hubo ni un segundo perdido, ni un solo acorde que no fuera rock.

Con 'Surfin'tenochtitlan' como munición, Los Coronas soltaron trallazos tremendos como 'Hacha de guerra' o 'Secret agent man', algunas de las primeras muescas en su revólver. A pesar de que la banda tiene un sabor puramente guitarrero hay que reseñar que son gente alejada de las cuerdas las que les da su sabor único: el colosal trabajo de Loza construyendo todo el edificio rítmico sobre el que se asientan las descargas de Fernando Pardo y el toque preciso y exacto del glacial Yevhen a la trompeta. Los Coronas son capaces de pasar por su filtro cualquier cosa, desde un pasodoble a Los Brincos hasta, por supuesto, el Rey del rock; con este historial no es de extrañar que hayan pasado a 4º de rock, y limpios.

Al final, el broche tenía que ponerse con el encuentro de los ocho forajidos, de nuevo, sobre el escenario, ocho hombres sin piedad que rememoraban las hazañas de los más grandes. Era el tiempo para las versiones, desde las descabelladas (Pink Floyd), hasta las arriesgadas (Dead Kennedys), las llamativas (Black Sabbath) o las necesarias (Del Shannon). Pero en los duelos siempre vence el sheriff y los forajidos sabían que para tener un final romántico hay que caer derrotado, por eso al final, a pesar de que lucharon contra la Ley, la Ley ganó. Y con los Clash rebozados en arena del desierto cayeron las letras sobre la pantalla que anunciaban el fin del viaje de estas dos bandas condenadas a encontrarse. No se apuren, habrá más pases.