JUAN JESÚS GARCÍA  |  Maracena (Granada), 12/10/2009

Dicen que el hombre mono regresa también al lugar del crimen, y así MACACO volvió al mismo lugar, el anfiteatro de Maracena en el que hace años ratificó su ascenso al nivel de las marcas mayoritarias. Pero muchas cosas han cambiado desde entonces: la primera es que en anfiteatro de Maracena es ahora una caseta municipal de feria, el único anfiteatro del mundo en el que el público no puede sentarse ya que las gradas están ocupadas por maceteros. Luego sucede que la reconversión de Macaco en artista de radiofórmula 'maistream' (o un precio considerable) parece haber cortado radicalmente con el público que hasta ahora le era más natural (¡no había ni una rasta a la vista!), y si sumamos los bolsillos más vacíos que entonces, concluimos que en Maracena apenas había la mitad de gente, unas 2000 personas (con un corte de edad llamativamente mucho mayor) que en su anterior gira.

Abrieron para Dani Carbonell y lo suyos unos desubicados HARRY UP!, formación de dance/rock de tracción manual que cumple perfectamente con la cuota de género de la ministra Aído; y aunque en principio no parecía el grupo ideal para una noche de mestizado buen rollito, terminó siendo la sorpresa de la noche para un público, que primero levantó las orejas y la atención, luego se animó, y con generosidad entró al trapo de los granadinos. Buen faena.

LOS ASLÁNDTICOS parece que con los cambios en su formación han perdido su interés en innovar, refugiándose en un, eso sí, muy resultón ejercicio de estilo lleno de tan efectivos como comunes lugares rítmicos (y cuando excepcionan, como en 'Anímate', resulta ser una versión de Anita Ward); material que funciona de cara al público por su entusiasta insistencia: no creo que nadie se fuera de allí sin saber que "hoy será nuestro (su) su primer día".

Tras una espera larga, que indicó el interés y la complejidad del soporte técnico que acompaña ahora a Macaco, un repique de percusión a las mismas revoluciones que unas bielas de barco a velocidad de crucero anunciaron la llegada al escenario, el salto en el sentido más literal, de don Daniel "Mono loco" Cabonell; menos saltimbanqui que otras veces ya que anunció venir con una fisura en un pie (información que aprovechó una espectadora de primera fila, casualmente fisioterapeuta, para hacerle llegar su tarjeta).

Carbonell dirige un espectáculo muy medido y entrenado, en el que casi no quedan huecos para la espontaneidad en beneficio de un impacto fiable y contrastado: el que le haya visto alguna otra vez comprueba que el guión es casi de obra teatral, hasta las alocuciones son las mismas cambiando el "Granada" por la ciudad que convenga; a cambio, su espectáculo es imponente, interactuando con las proyecciones, con el extraordinario poderío físico de su portavoz o una banda que no falla nota. A diferencia de otros repertorios el procedente de 'Puerto Presente' deviene con menor pegada en el bajo vientre y más trabajo de pluma y sentimiento, y su exposición incita ser tan compartida como coreada, aunque sea pronunciado con ese insoportable y antinatural acento de español neutro que parece manierismo obligatorio en todas la bandas de mestizaje.

Casi una veintena de canciones de ayer ('SOS'...), hoy ('Moving', 'Mensaje en el Agua'...) y de siempre ('Con la mano levantá'...) fueron munición sobrada para que la multinacional catalana se llevara el concierto de calle. A eso le llaman comunicación, unidireccional e irresistible: si hay que llamar la atención sobre el drama sahariano se hace, como poner en cuclillas al personal o levantar los brazos hacia el cielo. A cambio se llevaron varios kilovatios de energía humana, buena parte de la taquilla y el teléfono de la guapa "fisio". Un negocio justo, que no es lo mismo "con las manos levantás" que "arriba las manos".